EL DINOSAURIO MÁS GRANDE
El
Congreso aprobó el jueves la ley que aumenta el sueldo a los jueces en tres tramos hasta el 2015. Entonces un juez de corte superior ganará el
80% de lo que gana un supremo, el juez especializado el 60%, y el de paz el
40%. Según esto, el juez superior pasa este diciembre de 12,000 a 14,400 soles;
el especializado de 9,000 a 12,400; el de paz de 6,200 a 7,800. Feliz Navidad
Para la Navidad de 2015, sin embargo, estarán ganando 18,500, 13,900 y 9,200
soles, respectivamente. Papá Noel en trineo. Un maestro gana 1,200. Esta es la
propuesta del Ejecutivo, aprobada por el Legislativo el jueves. Horas antes, el
Tribunal Constitucional emitió una apurada sentencia. Ordenaba cumplir la ley
de 20 años atrás que dispuso porcentajes de 90%, 80% y 70%. De aplicarse, los
magistrados habrían pasado este mes a ganar 20,900, 18,500 y 16,200, respectivamente.
¡Navidad con nieve! La nueva ley los regresa a la realidad al reducir los
porcentajes. Se acabaron los cohetes. O sea, los jueces ya no se aumentarán los
sueldos a sí mismos con la paternal complicidad del TC en 100%, sino que,
gracias a la enternecedora debilidad del Ejecutivo por ellos (y la del
Congreso),sus sueldos solo aumentarán en 50% en los próximos tres años. ¿Es
esto justo? ¿Justo para quién? ¿Para el ciudadano, objeto del escarnio de una
justicia corrupta? ¿Para el contribuyente, que paga estos creativos presentes
navideños? El ministro de Justicia niega el conflicto de poderes evidente en
todo este sórdido asunto. Se equivoca. Basta echarle una miradita a la
sentencia del TC. Toda la sentencia está basada –vea usted el punto 9- en que
el derecho de los jueces a una remuneración “equitativa y suficiente” expresado
en la ley de hace 20 años, “forma parte del bloque de constitucionalidad”. El
TC ha interpretado, pues, la Constitución en este sentido, en su calidad de
“supremo intérprete” constitucional. Significa que el TC puede hacer prevalecer
su sentencia sobre la ley. Los jueces no tardarán en acudir corriendo a pedir
la inconstitucionalidad de la misma. La guerra sorda entre el Tribunal
Constitucional y el Congreso tiene ya años de escarceos en que ambos rugen,
pero evitan confrontarse. El arma definitiva, sin embargo, la tiene el
Congreso. La Constitución no dispone en ninguna parte que el Tribunal sea el
“supremo intérprete” constitucional. Eso lo dice solamente la Ley Orgánica del
Tribunal, que el Congreso puede derogar. Tal vez el TC haya despertado en esta
ocasión con sus excesos a un dinosaurio más grande.
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