jueves, 27 de junio de 2013

Escrito por: Jose Alejandro Godoy
A diferencia de varios analistas, considero que es importante la existencia de un espacio de izquierda en el país. No solo por cuestiones de equilibrio y representatividad, sino también porque se necesita un contrapeso mayor a una corriente conservadora que tiene demasiado peso en la política, la economía y los medios de comunicación peruanos.
Sin embargo, si me permito plantearme algunas interrogantes en relación al nuevo Frente Amplio conformados por los partidos de izquierda, que agrupa desde las corrientes más moderadas hasta las más radicales, dentro de nuestro establishment zurdo.
Una primera interrogante fue planteada, hace algunos meses, por Eduardo Dargent, en Velaverde:
(…) no basta con promover la unidad. La pregunta clave es unidad para qué. No olviden que Izquierda Unida en los años ochenta logró dicha conjunción, pero no le bastó para superar una serie de problemas que le impidieron actuar como partido organizado. El principal, ser una organización incapaz de enfrentar una campaña electoral bajo unidad de mando y con reacciones rápidas. Una serie de líderes atrapados en sus organizaciones no veían lo que demandaba el electorado. Lo que quería el pueblo a nivel teórico terminaba importando más de lo que pedía el pueblo con minúsculas.
Aquí existe una primera disyuntiva. Si el Frente Amplio se plantea como un frente electoral o si es el camino para la fusión en un único partido de izquierda. Por ahora, parece ser lo primero, aunque algunos de sus miembros en redes sociales indican que el proyecto a mediano plazo sería hacia la segunda vía. En ambos casos, sin duda, conviene tener en cuenta lo que señala Dargent. Uno de los factores que mató a Izquierda Unida fue el exceso de egos combinado con el wishful thinking sobre “lo que quiere el pueblo” y, dado que algunos de los actores centrales fueron protagonistas de dicha experiencia, se corre el riesgo de volverla a repetir. Ejemplo claro: el debate para radicalizar a Humala en la primera vuelta de 2011, cuando los signos daban cuenta que había empezado su gran moderación.
Ello me lleva al segundo tema, que también plantea Dargent (y también lo han indicado Carlos Meléndez y Javier Torres en sus columnas): la necesidad de un programa que mantenga cierto equilibrio y un cierto grado de moderación. Digamoslo claro, la izquierda no ganaría solo con un programa basado en el tema ambiental - como a veces tiende Tierra y Libertad -, o en las demandas clasemedieras de Lima - como en otras ocasiones parece que anda sumergida Fuerza Social - o en la lucha “contra el modelo económico neoliberal”, como la enuncia Gregorio Santos.
Si quieren ser alternativa de gobierno, algo de pragmatismo debe existir en un sector en el que, hasta que conocieron a Luis Favre, la comunicación política era inexistente (o demasiado onegera). Y ello implica articular un programa para todo el país. Allí necesitan recordar que hay un sector de clase media emergente que hasta ahora no tiene una representación política sólida. Y ese sector no se gana con el programa más radical. En esa línea va Antonio Zapata cuando señala que el “enemigo” de la izquierda no es la inversión, sino la injusticia. Ello también implica apuntalar bien a sus autoridades actuales, por cierto.
También implica un cambio de formas y lenguajes anacrónicos. No solo basta con definiciones sobre si la “solidaridad latinoamericana” implica tragarse todos los sapos de las autocracias de izquierda que existen en la región. También pasa por acercar el lenguaje más al ciudadano común y corriente, al que la ideología le dice (o importa) poco o nada. Nuestra izquierda - incluyendo a sus sectores más jóvenes - no sonríe, no se alegra, es demasiado adusta a tal punto que no la tomas en serio justo por eso. No se puede ser “guardián de la moral” todo el tiempo y menos aún pensar que la ética es solo patrimonio zurdo.
Finalmente, los amigos del Frente Amplio deberán mostrar una correa bastante ancha. No toda crítica que se les hace viene de “la derecha bruta y achorada” o del “capital que quiere destruir a la izquierda”. Muchas de las críticas e interrogantes señaladas arriba - y que comparto - provienen de sectores liberales o centristas que consideran que este espacio debe existir. Pero si no saben tender puentes hacia esos sectores, que podrían definir una elección, será complicado que puedan tener éxito electoral a mediano plazo. Buena suerte.

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