"La fuerza del MÁS - Cajamarca no
es producto [solo] de las circunstancias, sino de cambios más estructurales”.
Con poncho y sombrerito”, por Carlos Meléndez
Politólogo
El
MAS-Cajamarca es un proyecto político antiestablishment sustentado en cambios
en la dinámica económica y social de un modelo de crecimiento sin
instituciones. La radicalización política en esta región es el resultado de la
politización de la desigualdad que organizaciones sociales de base propugnaron
en medio del apogeo de la actividad minera exportadora. La fuerza del
movimiento que lidera Gregorio Santos no es producto (solo) de las
circunstancias, sino de cambios más estructurales, aprovechados estratégicamente
por dirigencias locales de legitimidad social. Santos no es un ‘outsider’ ni un
“empresario político”, sino la expresión de la sociedad civil rural movilizada
de ronderos y miembros del magisterio. Es una izquierda “con poncho y
sombrerito”.
Mientras la
suerte del Frente Amplio responde sobre todo a factores coyunturales (como la
volatilidad de las preferencias electorales, la evaluación permanente del “mal
menor”), el proyecto del MAS-Cajamarca se funda en cambios más profundos y, por
lo tanto, su alcance puede ser más duradero. Parafraseando el lenguaje
marxista, la fortuna del Frente Amplio pertenece a la “superestructura”; la del
MAS-Cajamarca a la “estructura”. Aunque Verónika Mendoza ha alcanzado una
proyección nacional, su legitimidad es mediática. Gregorio Santos, en cambio,
funda su fortaleza en las raíces de la sociedad rural activada por una
intensiva y extensiva inversión privada. El reto del rondero, sin embargo,
radica en superar la arena subnacional y conseguir que la identidad regional
que moviliza se extienda a otros sectores marginalizados por el “piloto
automático”.
El
MAS-Cajamarca sabe enfrentarse al ‘establishment’, al cual caracteriza de
“neoliberal”, “limeño”, “de derecha”, “prominero”. Coloca en el blanco de sus
enemigos al propio gobierno nacional, al que estigmatiza como “autoritario” y
“centralista”. Si bien es cierto su ‘framing’ discursivo suena a izquierda
pasadista, incorpora nuevos elementos del antiestablishment trasnacional, sobre
todo émulos europeos como Podemos de España. La vieja estrategia contestataria
–parece– nunca pasará de moda. Además, el encarcelamiento de Gregorio Santos
tiene un efecto cohesionador que legitima aun más la “lucha” entre el pequeño y
marginal campesino versus el “establishment opresor”. Qué mejor ejemplo de
“injusticia” que el mantenimiento injustificado del líder cajamarquino en
prisión.
No debemos olvidar un elemento clave
para entender estos nuevos proyectos antiestablishment: que pasan de la
protesta a la acción. El MAS-Cajamarca ha ganado experiencia en administración
pública regional y ha forjado su propia tecnocracia. Dos gestiones regionales y
otras municipales suman en el CV de una burocracia propia con más experiencia
que sus símiles villaranistas en Lima. Finalmente, esos años en el poder
permiten también generar conocimiento y reflexión sobre el Estado
descentralizado peruano. El paso por las oficinas de administración regional
eleva el nivel de la discusión del movimiento. Ya no se trata solamente de
soñar la utopía, sino de aprender de la realidad del fracaso cotidiano de un
Estado poco funcional que históricamente no ha sabido cómo gobernar una
sociedad rural.
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