EL ARRESTO DOMICILIARIO PARA ALBERTO FUJIMORI
Por: Rolando Breña
Alberto Fujimori ha implorado
al Poder Judicial no terminar sus días en la cárcel y solicita, para el efecto,
arresto domiciliario, figura que, dicho sea de paso, no está contemplada en
nuestra legislación para los sentenciados.
Pero no se trata de si está en
la ley o no. El problema es mucho más profundo. Quienes concuerdan con la
modificación de la carcelería de Fujimori, utilizan como argumentos centrales
la reconciliación nacional, el perdón, el que nadie merece morir en una cárcel,
entre otros.
Son argumentos de sólido
contenido humanitario, ético, solidario, de paz.
El perdón es uno de los
componentes esenciales de la naturaleza del ser humano. Es la actitud de
construir, por encima de las ofensas y los crímenes una relación de paz consigo
mismo y con los demás. Es una elevada forma de conceptuar los comportamientos
individuales y colectivos. Es una actitud voluntaria de las víctimas, los
ofendidos, los humillados. No es una cuestión de leyes o reglamentos. Pero
perdón no significa necesariamente olvido, al contrario, perdón es siempre
recordar para no caer en lo mismo. Perdón y olvido no son siempre
contradictorios, perdono pero no olvido; y a veces, olvido sin perdonar nunca.
En un país como el nuestro, la
reconciliación es un objetivo común. Requiere de la voluntad de cambio con
espíritu de justicia y democracia de la comunidad, no es asunto individual ni
una medida legal. Tiene que ver con las razones y objetivos de transformación
en todos los ámbitos de la vida nacional, desde los económicos- sociales-políticos,
hasta la forma de coexistencia y los problemas éticos y morales. Reducido a un
hecho eminentemente individual es una distorsión y un abuso; pues se pone en la
medida cautelar de arresto domiciliario de una persona, por lo demás condenada
en proceso judicial sin cuestionamiento, casi los destinos y la reconciliación
del pueblo peruano y su futuro.
Además, la reconciliación como
el perdón, no puede ser la conducta solo de una parte de los involucrados,
necesita de la concurrencia de todos y con una base fundamental de voluntad y
aceptación franca, abierta, sincera del que la pide, que debe merecerla; del
que la concede, que debe ser generosa; de todos, mirando en perspectiva.
Efectivamente, nadie debería
morir en una cárcel, menos los inocentes. Pero la vida real no es así. Muchos,
demasiados mueren en ella, culpables e inocentes. Mueren carcomidos por
enfermedades nunca tratadas, en amotinamientos y huelgas, en reyertas y
asesinatos, en penas de cadena perpetua o de la pena capital.
Nadie debe morir en prisión.
Debiéramos empezar por las decenas y cientos de presos, olvidados,
enloquecidos, atrapados sin remedio en enfermedades terminales, de quienes
nadie se ocupa, ni enfermeros, ni médicos, menos la prensa, articulistas o
columnistas o propagandistas del perdón y la reconciliación para unos, jamás
para los otros.
Es que, lamentablemente, el
perdón y la reconciliación en este caso, se tiñen indeleblemente de militancia
ideológica. Por eso resulta, en el fondo, no consecuencia de una sincera
actitud y voluntad del espíritu humanitario, ético, moral o solidario, sino de
una profunda identificación ideológica y política (a la que tienen legitimo
derechos) que lo hacen discriminatorio, unilateral, pragmático. Se convierten
en instrumentos utilitarios despojados violentamente de todos sus atributos
primigenios y reales.
Preguntamos: Si mañana,
Abimael Guzmán, condenado también como Alberto Fujimori en debido proceso,
aduciendo las mismas razones solicitara arresto domiciliario ¿Cuál sería la
reacción de quienes apoyan el pedido de Fujimori? ¿Invocarán también el perdón
y la reconciliación nacional? ¿Para qué? ¿Para oponerse o para manifestar su
acuerdo?. Tienen la palabra.
El perdón y la reconciliación
necesitan también, reiteramos, la voluntad de los protagonistas. Sin esa
voluntad expresa todo es vano. El que los solicita debe expresar esa voluntad
sin ninguna duda y con profunda convicción.
Queremos tomar en préstamo
tres conceptos de los buenos fieles de la Iglesia Católica referentes al pecado
y al arrepentimiento: Examen de conciencia, dolor de corazón, propósito de
enmienda.
Quienes invocan perdón y
reconciliación o quienes pretendan ser beneficiados debieran cumplir
escrupulosamente estas tres condiciones de manera concurrente, como dicen los
abogados.
Tienen que ejercitar un
profundo examen de conciencia. Buscar y encontrar en su vida personal y sus
funciones públicas todo aquello que fuera reprochable legal y moralmente, que
haya sido objeto de sanción, sin ninguna forma de reserva o justificación. Sobre
ello un profundo dolor de corazón, es decir, el arrepentimiento por los actos u
omisiones que lesionaron la vida, los derechos, la moral de las personas o la
colectividad. Y luego, afirmar un propósito inevitable de enmienda, que los
hechos o actitudes no vuelvan a repetirse.
¿En el presente caso, los
llamados al perdón y a la conciliación pueden inscribirse en esos criterios? .
No conocemos hasta hoy ninguna forma de examen de conciencia, dolor de corazón
ni propósito de enmienda. Ni siquiera una leve autocritica. Al contrario se
ensalza el gobierno fujimorista y su persona hasta el clímax, con indolencia,
soberbia, prepotencia.
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