PARA TENER PRESENTE
Por: Rolando Breña.
En nuestro país, en los
tiempos que vivimos, o sobrevivimos, pasan corrientemente
cosas de escándalo, de indolencia, abuso de poder, de maltrato permanente a los
excluidos; así como la ostentosa demostración de poder oligopólico
o monopólico de poderosas empresas privadas y estatales, en
esta economía de libre mercado que nos pretende manejar como simples
piezas. Veamos dos ejemplos muy concretos que pasan más o menos
desapercibidos, que están ausentes en los grandes titulares mediáticos y
son ignorados por organismos encargados de proteger a ciudadanos y
consumidores:
1. Casi ha quedado olvidado en la memoria, archivados
en los medios de comunicación y las instituciones encargadas de investigar,
procesar y sancionar, los nefastos hechos del desalojo de la familia Flores en
Cajamarca. Fue un 30 de Octubre y terminó con la vida de Fidel Flores y una
espantosa golpiza a sus hijos y esposa. Recordemos que el Ministro del
interior habló de “excesos” en el cumplimiento de los protocolos policiales y
justificó la acción policial con el absurdo, irracional y mentiroso
argumento de la “flagrancia”.
El jefe de la Región Policial
de Cajamarca al momento de los luctuosos hechos y, por tanto, responsable
jerárquico del operativo, era el general Jorge Gutiérrez
Senisse. El Ministro Urrestri habló de investigaciones, remociones
y sanciones. El Instituto de Defensa Legal (IDL) ha denunciado la
existencia de una Resolución Suprema del 5 de Noviembre, obviamente
firmada por el Presidente de la república y el Ministro del Interior,
que “reasigna” al General Gutiérrez, no lo remueve ni es investigado ni
sancionado, repetimos lo “reasigna” a un cargo de alta jerarquía y
delicada función, la de Director Ejecutivo de Seguridad Ciudadana de la PNP.
¿Qué podemos esperar como
mensaje de este enroque policial?. Es evidente que constituye un típico
acto de protección abusiva de altos jefes policiales involucrados en hechos
pasibles de sanción, es una burla a la legítima exigencia de la familia Flores,
de la conciencia de justicia de los cajamarquinos y del país entero y que
demanda investigación profunda, sanciones ejemplares e indemnización adecuada.
Es también, clamorosamente, una ironía y un sarcasmo. Un operativo de
desalojo realizado con tal violencia, con tanta irracionalidad, con un
homicidio de por medio, es premiado promocionando al Jefe Regional responsable
a un cargo jerárquico superior, en una función ejecutiva de SEGURIDAD
CIUDADANA; es decir, precisamente cuando la seguridad ciudadana fue
maltratada y atropellada de la peor manera en Cajamarca. ¿Cómo llamar a
esto? ¿De Ripley? ¿Para no creer? ¿Ingenuidad? ¿Espíritu de cuerpo?
2. Es este un asunto simple pero demostrativo.
El precio internacional del petróleo viene bajando dramáticamente. Hasta
la fecha más o menos en un 35%. En consecuencia en todos los países del
mundo, miremos a nuestros vecinos, los precios de los combustibles
también han bajado en similar porcentaje. Pero en el Perú no. Aquí
“con las justas” baja hasta un 4 o 5% y todavía a costa del Estado.
Cuando el petróleo sube de
precio, al segundo suben los precios en el Perú. Cuando baja, no sucede
lo mismo entre nosotros. Nadie se acuerda de que existimos. Ni los
monopolios, ni el gobierno, ni los defensores de los consumidores, ni el
mercado regula “automáticamente” los precios como predican los profetas
del neoliberalismo. Nadie puede hacer nada. El mercado es
libre se nos grita en la cara y nadie puede intervenir en la regulación o
fiscalización de los precios. Pues eso sería intervencionismo y
estatismo, eso sería socialismo y comunismo. Así nos queda solamente espera o
rezar para que los que siempre se enriquecen con las carencias de la
gente se compadezcan o vean ya bastante repleto sus bolsillos o gordas sus
cuentas bancarias.
Por intermedio de esta modesta
columna, llamamos a los peruanos a sus organizaciones gremiales populares a
elevar nuestra protesta, nuestra voz.
Que los precios de los
combustibles bajen es una simple exigencia, pero tiene profundo significado.
Es demostración clara de cómo la economía de libre mercado encierra una
terrible injusticia y es sinónimo de exclusión, de abuso de poder y
exacerbación de las brechas económicas. Es también un práctico reconocimiento
de la inutilidad y la incapacidad del Estado neoliberal para ocuparse de los
problemas directamente ligados a la población. Además, enseña
objetivamente la rapacidad de sectores y clases agrupadas en el poder económico
y político. Sería interesante que se pudiera cuantificar el monto de las
sobreganancias inmorales acumuladas. Obviamente, tal lucro desmedido es
ya un daño irreparable a la economía popular, pero de todas formas podría ser
útil para confirmar la insensibilidad de los conglomerados económico-
financieros, lo injusto del modelo económico neoliberal y su libremercado, así
como la de su gobierno y de su Estado ajenos a los
problemas cotidianos de la gente.
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