PARA NO CREER
Por: Rolando Breña
Hemos escuchado
azorados, compungidos, con rabia contenida, las declaraciones del Contralor de
la República: “Es difícil que alguien vaya a la cárcel por corrupción”
¿Cuál es el
sentido de estas expresiones? ¿Queja, impotencia, advertencia?
Ensayemos algunas
reflexiones:
1.-
Es una autocritica. Confiesa que la Contraloría resulta un instrumento
ineficaz, completamente desbordado (lo dijo ya antes) por la corrupción y, por
lo tanto, su labor resulta prácticamente inútil. ¿Por qué? ¿Por la falta de
capacidad profesional? ¿Por la carencia de medios legislativos? ¿Por la falta
de voluntad? ¿Porqué también está ya infiltrada?
2.- ¿La corrupción
ha llegado a tal punto de inteligencia, habilidad, tecnología, sofisticación,
que es imposible acopiar pruebas, quizá algunos indicios o huellas casi siempre
imposibles de seguir hasta resultados finales?
3.-
¿La red de corrupción es tan poderosa y extendida que toda la institucionalidad
está penetrada, de tal modo que cualquier intento real de investigación y sanción
hallarán siempre muros infranqueables y enemigos suficientemente poderosos para
impedirlas, neutralizarlas?. ¿Toda la institucionalidad es ya corrupta sin
remedio?
4.-
¿Qué propone el contralor?. Nada. Solo se lamenta y de lamentos estamos encallecidos.
¿Qué propone el gobierno?. Nada. Algo habrá que hacer. Nos dejamos hundir
voluntariamente o por inercia
Por lo menos, si
cree en milagros, Humala, en lugar de la huachafería de regalar al Papa una
camiseta de la selección nacional de futbol y pedirle que ruegue a Dios para
estar presentes en el mundial , hubiera solicitado que lo ilumine para
encontrar caminos que nos ayuden a resolver está y otras lacras. Pero como
escribe nuestro Cesar Vallejo, Dios no debe saber nada ni le interesa lo que sucede
en estos lares: “Dios mío, si tú hubieras sido hombre / hoy supieras ser Dios;
/ pero tú, que estuviste siempre bien/ no sientes nada de tu creación./ ¡Y el
hombre sí te sufre; el Dios es él./
Bueno, a nosotros
nos corresponde, siguiendo a César: “¡Ah, desgraciadamente, hombres
humanos/hay, hermanos, muchísimo que hacer!”.
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