viernes, 1 de noviembre de 2013

LA DIGNIDAD DE DOÑA OTILIA


Por: Julio Yovera B.
La señora Otilia Campos de Polay, la madre del dirigente del MRTA, fue aprista igual que su esposo, y en su militancia y en sus convicciones jamás claudicó por un plato de lentejas, por ventajas parciales, personales o familiares.
No obstante que los representantes de su partido estuvieron en el poder y que, como se sabe, acaparan puestos claves en la administración del poder judicial del país, no se escuchó jamás que intentara buscar beneficios ni siquiera para su hijo Víctor. Desde su condición de madre habría sido comprensible cualquier gestión que en esa orientación hubiera emprendido.
La señora Otilia ha sido asesinada, y ojalá se investigue y se sepa los móviles  del crimen. Entonces, como corresponde, no solo porque lo estipula el derecho internacional, sino porque corresponde al Estado de derecho, ha sido posible que el hijo preso tenga la oportunidad de ver por última vez a la madre.
Sin embargo, como era de esperarse, han salidolas voces ácidas a criticar esta medida. La consideran una concesión, una debilidad, una falta de autoridad. Pero, como dice el pasaje bíblico: hipócritas, ven la paja en el ojo ajeno y no la enorme viga que les atraviesa no los ojos, sino el cerebro (esto último ya no lo dice La Biblia)
Se desgarran frenéticamente y censuran. Si las ex comuniones fueran temidas como en el oscurantismo medioeval, a todos los que no piensen como ellos los condenarían al fuego eterno. Víboras les llamó Jesús. Y parece que esa es la condición que mejor los describe porque nos hacemos estas preguntas: ¿Sienten el mismo estado de ánimo, cuando el prisionero Fujimori recibe a las visitantes, no digo visitadoras para evitar las  connotaciones literarias que pudieran resultar imputablemente vargallosinas, a cualquier hora del día y de la noche, para darle “tono de vida” al cleptómano y mediocre actor? Por supuesto que en ese caso no dicen nada.
La madre es el ser que más ama al hijo. Tengo la certeza que más y mejor que el padre, y es que el amor en su dimensión pura, no solo es un asunto de cantidad sino de calidad. Como lo concibe la lógica del sentido común, para la madre, el hijo es hijo y punto.
Y  el hijo, el buen hijo, ama sin límites a la madre. De manera que lo que se ha hecho,autorizarque se abran las puertas de la cárcel fortín para hacer ingresar el cadáver de una madre ante el hijo prisionero, no es una concesión sino un derecho. Que las leyes de la guerra no lo permitan, es entendible; pero, hoy, el Perú no está en guerra. En todo caso, la única guerra que los pueblos y sus organizaciones liberan es contra el hambre, la marginación, expresiones de la violencia estructural y social.
Por eso hemos querido decir nuestra palabra. En una sociedad acostumbrada a hablar a media voz o a quedarse callada por conveniencia, expresamos abiertamente lo que pensamos. Y pensamos es que es posible salir de la barbarie.
Finalmente, tuvimos alguna vez la oportunidad de apreciar la imagen de la señora Otilia. Desde su condición de aprista militante, sin claudicar jamás con sus principios y su doctrina llegaba a reunirse con la gente de izquierda, acaso porque estaba convencida que alguna vez los que realmente aspiran a la justicia  social estarían –lo digo parafraseando a Vallejo – unidos bajo un capulí de esperanza.
Sean estas breves líneas para expresarle a la señora Otilia nuestro sincero homenaje

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