miércoles, 15 de abril de 2015

¿Será de Dios? ¿Será de la naturaleza?
Por: Rolando Breña
Mientras el converso misionero de la paz, la conciliación, del voto de confianza, don Pedro Cateriano, se ha echado la cruz sobre los lomos  y hace su Gólgota a pesar suyo, su padre constitucional, el Presidente de la República casi no lo reconoce como hijo legitimo, pues se encarga de sembrar piedras y pedrones en su ya accidentado sendero en pos del encuentro con los partidos y los grupos parlamentarios para poder cantar salmos que ayuden a conjurar los malos efluvios y pueden hallar alojamiento los espíritus de la concordia en los opositores y que al fin, las luces del tablero electrónico de las votaciones contenga más colores verdes que rojos.
Pero ¿Por qué Ollanta Humala, en este momento más o menos delicado, llama “jauría de cobardes” a la oposición?
¿Por falta de madures y experiencia?  Pues evidentemente, su salto a la Presidencia de la República fue más o menos meteórico, teniendo en cuenta que recién a raíz de su salida del Ejército, entra a las lides políticas electorales sin un proceso o una transición suficientes.
¿Ve la política siempre como una guerra en la vieja concepción de aniquilar al “enemigo” a toda costa?
¿Desde su grado de comandante, toda acción, incluida la política, es vista como “operativos”, en ausencia de concepciones tácticas o de estrategia?
¿Es responder desde la ira y el disgusto personal, al ver el “cargamontón” contra su esposa, por lo tanto se trata de desenvainar la espada o embestir la lanza en ristre?
¿Es una ofensiva desde la soledad y el abandono de los primeros programas, los primeros amigos y los primeros aliados?
¿Es provocar para esconder o evitar respuestas a los problemas del país?
¿Es el temor al 2016 con sus dudas y sus secuelas?

Realmente nada nos queda claro. Nos preguntamos si serán cosas de Dios o serán de la naturaleza las actitudes presidenciales. O serán solamente las debilidades del hombre terrenal. Si son lo primero, nada queda casi por hacer.  Torcer la voluntad y los designios de Dios o la mano de la naturaleza, son tareas bastante improbables. Si son lo segundo, quizá aunque levemente, pueden jugarse con algunas débiles esperanzas. Amén.

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