miércoles, 17 de septiembre de 2014

¿A quién censurar?

Por: Rolando Breña


La oposición parlamentaria ha hecho de la caída del ministro Eleodoro Mayorga  casi su bandera fundamental. Buscó su renuncia negociando votos en la elección de la presidencia del Congreso, fue derrotada. Quiso imponerla como condición para el voto de confianza al gabinete Ana Jara (o Nadine, como se quiera) también fracasó. Enardecidos y con ansia de desquite, armaron las condiciones para la censura en los tonos más duros y radicales. Llevaron al ministro a la interpelación y ¡sorpresa!, casi nadie había en el Hemiciclo para escucharlo. Ni sus defensores oficialistas ni los indignados opositores y convocantes, ávidos de cortarle la cabeza. Ejercitó su oratoria en soledad, rodeado de “expectantes” curules vacías, y escasísimos asistentes que más se cuidaban de sus conversaciones particulares o festejaban algún chiste, que de la crucial intervención del ministro.
Posiblemente para el oficialismo, importa poco lo que puede decir Mayorga, lo blindarán diga lo que diga. Para qué escucharlo. Los “censuradores” actuaron con la misma lógica: nos importa un bledo su discurso, censuramos y se acabó.
Menuda forma del “primer poder del Estado” de cumplir la atribución constitucional de fiscalización y control político. Una incalificable irresponsabilidad, que justifica, al lado de otras, el desastroso nivel de aprobación que tiene.
¿A quién censurar entonces? ¿ Al ministro, por presunta conducta promoviendo lobbies, participando o favoreciéndolos en beneficio de intereses particulares y poco claros; a los congresistas que, en busca de espacio político individual o grupal para arrinconar al gobierno, no dudan en convertir la interpelación y la censura en simples instrumentos para tales fines, manoseando utilitaria y pragmáticamente legítimos cuestionamientos a políticas y actos gubernamentales?.

Ambas conductas, oficialistas y “censuradores”, nos avisan hasta qué punto se deterioran las formas de hacer política. Hay que saber ser oficialistas y hay que saber ser opositores. Lo lamentable es que al centro de esta política menuda, chabacana y revanchista, se manejan los intereses de la gente solo como referencia o insumo descartable para pequeñas escaramuzas.

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