lunes, 8 de septiembre de 2014

El diálogo es el Camino”

(Primera Parte)
Por: Rolando Breña


Hasta que al fin, un alto funcionario del gobierno descubrió que “el diálogo es el único camino para resolver los conflictos”. Suponemos que luego de este descubrimiento, se actuará en consecuencia y de veras habrá una política dialogante.
Sin embargo, parece que puede no ser así. Inmediatamente después, el autor de estas palabras, Vladimiro Huaroc, Alto Comisionado de la Oficina de Diálogo y Sostenibilidad, añadió una condena a la “radicalización” de la población de La Convención en el Cusco, que lleva a cabo un paro indefinido.
Esta Oficina, más aun su responsable, no puede estar lanzando condenas a diestra y siniestra a ninguno de los participantes en un conflicto o en un diálogo. Precisamente, su función es crear condiciones de confianza y seguridad, y eso no se crea convirtiéndose en eco o portavoz de una de las partes, menos del gobierno, que en esta movilización convenciana, es uno de los principales cuestionados.
Es que los gobiernos, casi siempre parten, cuando se presentan demandas, conflictos o movilizaciones, de la premisa que nadie tiene razón salvo ellos; y cuando se ven obligados a conversar, no tratan de buscar ni encontrar soluciones, sino a someter a los descontentos, a los que permanentemente califican de extremistas, radicales, perturbadores del orden o agitadores. Nunca se les ocurre que algo de razón pueda asistir a demandas o protestas; siempre se buscan “afanes desestabilizadores” o “móviles políticos” a cualquier lucha o reclamo, algo así como una derivación de “cherchez la femme” de las novelas de intriga policial.
Nuestro Alto Comisionado debería ser cauto y prudente, sin esas virtudes todo diálogo se irá al agua. Además, no es esta Oficina la que dialoga o negocia, son las instituciones gubernamentales, públicas o privadas las concernidas directamente. Ella debe velar porque existan canales más libres de dificultades, interferencias, malos entendidos; debe generar, si puede, confiabilidad aun en los momentos más tensos. Guardar siempre la calma y la objetividad. No actuar, reiteramos, como parte del conflicto, no involucrarse a través de la defensa de las posiciones del gobierno, sino, en lugar de ayudar a disminuir o sofocar las llamas de un conflicto, actuará como insumo combustible.
Por otro lado, no creemos que esta Oficina esté diseñada solo para “resolver” conflictos; también y esencialmente, para prevenirlos.
La palabra y el concepto de prevención parecen ausentes en todas las políticas del gobierno. Se busca tan solo paliar, de alguna manera, las consecuencias. Por ejemplo, para combatir la inseguridad pública no se les ocurre formular una política nacional que contemple toda su complejidad, solo recurren a los “operativos” callejeros o carreteros, que terminan contribuyendo, con culpables o inocentes, al mayor hacinamiento de comisarías y penales, a interminables papeleos administrativos, a elevar las ya casi astronómicas “cargas procesales” en las distintas instancias de los organismos jurisdiccionales y el Ministerio Público. Igual sucede en el sector salud con el olvido de la salud pública y los “mandiles grises”, la inclusión social, etc.
Prevención es un concepto clave en el funcionamiento y la acción de la Oficina de Diálogo y de Sostenibilidad Social, seguida por el concepto de objetividad que permite tratar a todos los dialogantes sin prejuicios ni animadversiones de ninguna naturaleza (aunque no es tan fácil, pues cada uno guarda siempre inclinaciones personales de algún matiz, pero deben ser racionalizados, pues para eso ejercen esa labor) y, por supuesto, con suficiente independencia para no manejarse como peones o alfiles del gobierno o de los poderes fácticos. No es pues esta oficina solo para apagar incendios, sino para procurar que no estallen.
Sin embargo, las experiencias de estos últimos tiempos nos indican que todos “se ponen moscas” cuando los conflictos ya avanzaron y, por tanto, los términos, alcances, consecuencias de los diálogos o negociaciones asumen contenidos que sobrepasan los originales, complejizando los tratos, poniendo más suspicaces y desconfiados a los interlocutores, alargando o dificultando los resultados.
Esperamos sinceramente que el descubrimiento de la importancia del diálogo por el Alto Comisionado de la Oficina de Diálogo y Sostenibilidad, aunque sea un poco, o quizá bastante tardío, pueda morigerar los ímpetus autoritarios, el creer que siempre se tiene la razón o los portazos, formas e ideas que circulan más o menos libremente y de manera casi castrense, como herencia militar, entre las cúpulas gobernantes y las distintas instituciones públicas.


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