“El
diálogo es el Camino”
(Primera Parte)
Por: Rolando Breña
Hasta que al fin, un alto funcionario del gobierno
descubrió que “el diálogo es el único camino para resolver los conflictos”.
Suponemos que luego de este descubrimiento, se actuará en consecuencia y de
veras habrá una política dialogante.
Sin embargo, parece que puede no ser así.
Inmediatamente después, el autor de estas palabras, Vladimiro Huaroc, Alto
Comisionado de la Oficina de Diálogo y Sostenibilidad, añadió una condena a la
“radicalización” de la población de La Convención en el Cusco, que lleva a cabo
un paro indefinido.
Esta Oficina, más aun su responsable, no puede estar
lanzando condenas a diestra y siniestra a ninguno de los participantes en un
conflicto o en un diálogo. Precisamente, su función es crear condiciones de
confianza y seguridad, y eso no se crea convirtiéndose en eco o portavoz de una
de las partes, menos del gobierno, que en esta movilización convenciana, es uno
de los principales cuestionados.
Es que los gobiernos, casi siempre parten, cuando se
presentan demandas, conflictos o movilizaciones, de la premisa que nadie tiene
razón salvo ellos; y cuando se ven obligados a conversar, no tratan de buscar
ni encontrar soluciones, sino a someter a los descontentos, a los que
permanentemente califican de extremistas, radicales, perturbadores del orden o
agitadores. Nunca se les ocurre que algo de razón pueda asistir a demandas o
protestas; siempre se buscan “afanes desestabilizadores” o “móviles políticos”
a cualquier lucha o reclamo, algo así como una derivación de “cherchez la
femme” de las novelas de intriga policial.
Nuestro Alto Comisionado debería ser cauto y prudente,
sin esas virtudes todo diálogo se irá al agua. Además, no es esta Oficina la
que dialoga o negocia, son las instituciones gubernamentales, públicas o
privadas las concernidas directamente. Ella debe velar porque existan canales
más libres de dificultades, interferencias, malos entendidos; debe generar, si
puede, confiabilidad aun en los momentos más tensos. Guardar siempre la calma y
la objetividad. No actuar, reiteramos, como parte del conflicto, no
involucrarse a través de la defensa de las posiciones del gobierno, sino, en
lugar de ayudar a disminuir o sofocar las llamas de un conflicto, actuará como insumo
combustible.
Por otro lado, no creemos que esta Oficina esté
diseñada solo para “resolver” conflictos; también y esencialmente, para
prevenirlos.
La palabra y el concepto de prevención parecen
ausentes en todas las políticas del gobierno. Se busca tan solo paliar, de
alguna manera, las consecuencias. Por ejemplo, para combatir la inseguridad
pública no se les ocurre formular una política nacional que contemple toda su
complejidad, solo recurren a los “operativos” callejeros o carreteros, que
terminan contribuyendo, con culpables o inocentes, al mayor hacinamiento de
comisarías y penales, a interminables papeleos administrativos, a elevar las ya
casi astronómicas “cargas procesales” en las distintas instancias de los
organismos jurisdiccionales y el Ministerio Público. Igual sucede en el sector
salud con el olvido de la salud pública y los “mandiles grises”, la inclusión
social, etc.
Prevención es un concepto clave en el funcionamiento y
la acción de la Oficina de Diálogo y de Sostenibilidad Social, seguida por el
concepto de objetividad que permite tratar a todos los dialogantes sin
prejuicios ni animadversiones de ninguna naturaleza (aunque no es tan fácil,
pues cada uno guarda siempre inclinaciones personales de algún matiz, pero
deben ser racionalizados, pues para eso ejercen esa labor) y, por supuesto, con
suficiente independencia para no manejarse como peones o alfiles del gobierno o
de los poderes fácticos. No es pues esta oficina solo para apagar incendios,
sino para procurar que no estallen.
Sin embargo, las experiencias de estos últimos tiempos
nos indican que todos “se ponen moscas” cuando los conflictos ya avanzaron y,
por tanto, los términos, alcances, consecuencias de los diálogos o
negociaciones asumen contenidos que sobrepasan los originales, complejizando
los tratos, poniendo más suspicaces y desconfiados a los interlocutores,
alargando o dificultando los resultados.
Esperamos sinceramente que el descubrimiento de la
importancia del diálogo por el Alto Comisionado de la Oficina de Diálogo y
Sostenibilidad, aunque sea un poco, o quizá bastante tardío, pueda morigerar
los ímpetus autoritarios, el creer que siempre se tiene la razón o los
portazos, formas e ideas que circulan más o menos libremente y de manera casi
castrense, como herencia militar, entre las cúpulas gobernantes y las
distintas instituciones públicas.
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