URRESTI EN ANDAHUAYLAS
Por: Rolando Breña
Aunque no se lo proponga, el
Ministro del Interior siempre se las arregla para estar en primeras planas, las
más de las veces en términos no muy gratos. Sucede ahora, que nuestro
mediatizado Ministro, apareció en la hermosa ciudad de Andahuaylas y su preciosa
laguna de Pacucha, puso las botas en la Comisaria y estalló en megatónica
cólera que hizo temblar no solo el local policial, posiblemente la ciudad
entera.
Aparentemente, algunas obras
de infraestructura que deberían estar concluidas se hallaban retrasadas.
Nuestro Ministro, entonces sintió que la presión y la bilirrubina se le
desbocaban, púsose más rojo que militante de Patria Roja en su fecha de
aniversario y como dijimos, estalló cual granada de esquirlas. Tronó su voz en
los cuatro puntos cardinales, su rostro y sus gestos echaban chispas (es un
decir) por todos lados. Con un inmenso “carajo” castizo, tonante y remecedor,
encaró a los policías presuntamente responsables del retraso de las obras y con
gritos que herían agudamente los sufrientes oídos, les llamó la atención (es
una forma suave de decirle), los conminó a cumplir siempre sus órdenes y, cosa
terrible, los amenazó con enviarlos a combatir en el VRAEM. Todo frente a la
población, la prensa, invitados, curiosos, chismosos, etc, que siempre se dan
cita cuando un Ministro, más aun con las características de Urresti, llega a
nuestras ciudades del interior.
Mientras tanto los
sorprendidos policías solo atinaban a escuchar tamaña catilinaria (también es
un decir) cabizbajos y atemorizados.
Hasta aquí los hechos, como
dirían muchos y nos permiten algunas consideraciones.
A la policía se le respeta.
Ese fue el lema que el Ministro puso como su divisa al iniciar sus funciones.
Pero podemos advertir que no pasó de ser una frase demagógica y oportunista, en
tanto su comportamiento y sus palabras en Andahuaylas nos indican que el ánimo
no fue realmente que la población recuperara o fortaleciera su consideración y
respeto a la policía, tampoco que esta recuperara su autoestima, su orgullo
institucional, su afán de guardianes y protectores de la seguridad de la
población.
El Ministro no tiene ninguna
autoridad ni derecho a maltratar a los integrantes de la PNP, aunque existieran
razones y responsabilidades: Su jerarquía ministerial ni su grado le dan licencia
para insultar o amenazar a sus subordinados institucionales coyunturales. Peor
aún si esas prepotencias se hacen de manera abierta y pública frente a los
ciudadanos. No se trata de no llamar la atención, criticar o sancionar las
faltas o incumplimientos de los policías, pero eso tiene sus formas y sus
canales que el Ministro debe conocer muy bien y observarlos escrupulosamente.
Qué respeto se puede exigir si
desde la más alta jerarquía se asumen tales conductas.
Sometidos a estas
vejámenes y a la vergüenza pública, es explicable que puedan crearse
resentimientos dañinos para la institucionalidad policial y las relaciones con
las altas direcciones. Pueden también ser lesivas a la ya debilitada autoestima
y orgullo institucional a los que hicimos referencia. Inocula gérmenes de
desaliento, frustración o desmoralización en policías que generosamente exponen
su seguridad personal, su salud y su vida en bien de los habitantes.
Posiblemente el Ministro tenga
una grave confusión mental entre autoridad y autoritarismo. Imponer orden o
autoridad, debe comprenderlo como una forma exclusiva de violencia verbal y
fáctica, principalmente cuando se ostenta un cargo de tanta jerarquía, frente a
quienes no gozan de sus prerrogativas, privilegios ni posibilidades.
Otra grave cuestión es la
amenaza a los policías que estarían en falta, de enviarlos como sanción al
VRAEM. ¿Nos quiere decir el Ministro con esto, que quienes van a combatir a ese
escenario de terrorismo y narcotráfico lo hacen como castigo? ¿Es esta la
política del gobierno?. No lo creemos. Si así se hiciera, los fracasos están
cantados y la permanencia de terroristas y narcos está garantizada por largo
tiempo. Es también una forma de fomentar el desánimo y la falta de
reconocimiento a quienes arriesgan sus vidas en ese frente, y a la larga,
propiciar falta de combatividad, de responsabilidad, de respeto a los derechos
humanos y hasta deserciones o hechos ilegales y delictivos.
Quizá Urresti, sofocado y
encolerizado, con ínfulas de corrección y poder, dijo lo que dijo sin pensarlo
bien. Tal vez. Entonces, debe disponer de todas explicaciones, disculpas,
autocriticas.
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