jueves, 9 de octubre de 2014

Vargas Llosa y Fujimori
Por: Rolando Breña

Hace algunos días, Mario Vargas Llosa, anunció que haría todo lo posible para evitar que en las elecciones del 2016, Keiko Fujimori pudiera llegar a la Presidencia de la República. De inmediato, algunos analistas, empresarios, políticos le cayeron encima con todo. No se ahorraron adjetivos para calificar de atentado contra la democracia, de introducción grosera de la discriminación política contra Keiko Fujimori, y hasta afirmaron que sus palabras eran consecuencias del enorme resentimiento que el escritor guardaba a raíz de la derrota sufrida ante Alberto Fujimori en su fracasada incursión electoral.
Realmente no entendemos tamaña reacción. Lo que hizo Vargas Llosa es simplemente emitir una opinión político-electoral. Como a muchos peruanos, la sola posibilidad que la hija del dictador se convierta en primera mandataria, nos produce escalofrío y vergüenza, y, seguramente, hemos de hacer todo lo necesario para evitar que una mafia de gansterismo político, corrupción y violación sistemática de los derechos humanos y la democracia, pueda otra vez hacerse dueña del gobierno. Y esta actitud es perfectamente legítima, es plenamente democrática, es autodefensa contra la dictadura, es una batalla para impedir que nuestro país vuelva a vivir los años del imperio Fujimontesinista, que constituyen los tiempos más vergonzosos que nuestro país puede mostrar en su historia. 
Además ¿qué de anormal puede tener que en una pugna electoral, cada cual busque la victoria de sus partidos y candidatos y trabaje para imposibilitar el triunfo de los contrincantes? ¿No es acaso una actitud plenamente compatible con las reglas democráticas de un proceso electoral? Cada cual quiere ganar buscando la derrota de los otros. Así es el juego. Y es legítimo también que en este juego se pongan en cuestión las posiciones ideológicas, políticas, programáticas de cada candidato. Como también es legítimo que se ventile la historia de cada partido y candidato en liza, más aun su pasado reciente, para que los electores sepan por quienes optar, para saber a ciencia cierta las credenciales que exhiben quienes pretenden convertirse en gobierno.
Lo que sucede con las declaraciones de Mario Vargas Llosa es que tienen la virtud de desnudar las presuntas convicciones democráticas de Keiko Fujimori y sus falsas posiciones contra la corrupción y su hipócrita defensa de los derechos humanos. Lo que realmente les duele es que se siga refrescando nuestra historia para que sus duras lecciones nos sirvan para no recaer en la cleptocracia, para que las generaciones nuevas conozcan la verdad y no sean confundidas con las sonrisas de hoy que ocultan las horribles muecas de ayer.
Además, es absolutamente claro, que la candidatura de Keiko Fujimori es la directa heredera de su padre. No quiere ni puede desligarse de él. No solamente reivindica el periodo fujimorista como “el mejor” periodo político y a Alberto Fujimori como “el mejor presidente de la historia”. Sus fotografías y palabras presiden todos sus actos y sus manifestaciones. Si es así, entonces ¿A qué se debe agitación? La respuesta es obvia. Se pretende tender un manto de piadoso olvido sobre los crímenes y la corrupción fujimontesinista, para construir sobre él, un edificio electoral aparentemente democrático, volver a ser gobierno, liberar a Alberto Fujimori y convertirlo en el guía espiritual e ideológico de un nuevo periodo gubernativo y retrotraer páginas vergonzosas de nuestra historia cercana.
En suma, las palabras de Mario Vargas Llosa corresponden a la verdad histórica y son una prevención y una alerta sobre lo que puede venir. También son un llamado a no permitir que esa posibilidad pueda darse. No es antidemocrático, es dar a conocer una opinión, dura sin duda, pero opinión al fin sobre un personaje, su entorno, su heredera y su movimiento como lesivos para el país. No es discriminatorio, o mejor, si es discriminatorio, porque cuando uno opta en un proceso electoral, discrimina entre candidaturas y partidos y eso es claramente una actitud legítima y un derecho irrenunciable.

Decimos estas cosas desde una militancia ideológica muy lejana a la que profesa Mario Vargas Llosa. No nos sentimos cercanos a él, pero si valoramos sus palabras como parte de la construcción de una conciencia nacional cívica contra los autoritarismos, las dictaduras, la corrupción. Conscientes también que, en cualquier momento de los avatares políticos en el Perú, Mario Vargas Llosa, puede llamar a discriminar candidaturas de izquierda o antineoliberales. Estará en su derecho.como lo estaremos nosotros para impulsarlos y de discriminar también a los que él pueda sostener.

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