LA GRANDEZA DEL EJEMPLO
Jacinto Luis Cerna Cabrera
Apreciados amigos:
Les expreso mi cordial
saludo, precisamente ─como diría Vallejo─ “… en esta hora fría, en que la
tierra / trasciende a polvo humano y es tan triste, /…” Hoy, ciertamente,
cuando, hace unas horas ─veintidós horas y veintinueve minutos del 25 de
noviembre de 2016─, acaba de viajar al infinito el hombre más generoso, más
sabio, más demócrata, más desapegado, y más humano del mundo. Se trata del
prohombre latinoamericano y mundial que, por más detractores que haya tenido, o
tenga aún, jamás podrán hacerle mella, porque la Verdad de Fidel es como el
mármol, tal como diría J. M. Vargas Vila: “La verdad es serena, como el mármol,
/ la lengua de la sierpe no es cincel: lame, no talla; / su mordedura es
caricia para el mármol formidable;… Por eso, con mucho acierto, el poeta
británico George Galloway le dijo a Fidel que era el león de América y que
dejara que los monos chillen en los árboles, y que continuara su paso
tranquilo. Fue cuando lo acusaron de ser uno de los magnates más grandes del
mundo. El presidente cubano, en una conferencia de prensa, pulverizó a la
revista Forbes. Dio autorización para que abran las cuentas de todos los bancos
de Cuba y el resto del mundo. No le encontraron ni un solo dólar. Jamás una
revista quedó más ridícula.
Como dice el poeta Luis
Llorens Torres, cuando se refiere a Bolívar: “Político, militar, héroe, orador
y poeta. / Y en todo grande. Como las tierras libertadas por él, / que no nació
hijo de patria alguna / sino que muchas patrias nacieron hijas de él.” Las
mismas expresiones calificativas le cuadran muy bien a Fidel. Tal vez, la única
diferencia resida en que, con las armas en la mano, libertó a una república
(Cuba); pero, “con las armas del juicio” ─como diría José Martí─ coadyuvó a la
liberación de muchas otras repúblicas dignas de la tierra. En este punto superó
con creces al propio libertador de cinco repúblicas. Lo prueban la elevada
educación y la encomiable salud cubanas que supo exportar a varios países
latinoamericanos y del mundo, hasta al propio EE.UU. Incluso, en su propia
tierra, en Cuba, pudo educar y profesionalizar, de manera sostenida, a más de
veintidós mil jóvenes becados de todo el mundo, con todos sus gastos cubiertos:
alimentación, vivienda, salud, pasajes locales, libros, derechos de enseñanza,
y, además cien pesos convertibles como propina mensual. Hasta en los rincones
más alejados del Perú podrían dar fe muchos de nuestros jóvenes que ahora ya
son médicos graduados en Cuba; sino que en este país se preparan médicos de
mochila y borceguís para revenir enfermedades; mientras que en los países como
el Perú se preparan médicos para curar a enfermos cuando ya casi está
rematados, y a ello se agrega la incompetencia y falta de amor a la Humanidad.
Hasta jóvenes norteamericanos son muchos de los beneficiarios. Y a pesar de
todo ello, siempre se le pagó con la crítica negativa, desprestigiante, y con
el ignominioso bloqueo por más de cincuenta años. Esto solo ocurre en la
fábula, con aquel hombre que se aproxima a darle el pienso a la mula, y esta, a
cambio, le da una cruel coz.
Lo más grandioso del
egregio líder y héroe cubano reside en que jamás fue a otro pueblo, a otro
país, a quitarles su libertad, a bonbardearlos, aniquilarlos, o a sustraerles
sus recursos naturales, porque sabía con José Martí que: “Los que pelean por la
ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por quitarle
a otro pueblo sus tierras, no son héroes, sino criminales.” Eso lo sabía
perfectamente Fidel. Martí siempre fue su libro de cabecera.
Por estas y otras
razones, que sería largo enumerarlas, todos los pueblos del mundo, los
proletarios, obreros, maestros, campesinos, guajiros, mujiks, campusanos, o
indígenas, en general, nos hallamos muy compungidos por la pérdida física del
pensador, ideólogo, político, militar, héroe, orador y poeta más valioso que
haya tenido el planeta. Ha partido un hombre lleno de gloria, de nobles anhelos
de justicia, paz y libertad, y dueño de una gigantesca fortuna, la de su
imperecedero ejemplo para el mundo racional y humano. “¡Hasta la victoria,
siempre!”
Atentamente,
J. L. Cerna Cabrera
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