Unidad renovadora
Escribe: Sigrid Bazán
Algunas
separaciones o “rupturas” pueden ser vistas o interpretadas como eventos
negativos; sin embargo, hay momentos en los que más bien se trata de
emanciparse.
Este
es el caso de los cientos de jóvenes militantes de la Juventud Comunista que
han decidido romper con un partido vertical que persiste entre los más antiguos
de nuestro país. Los jóvenes que rompen con Patria Roja lo hacen para emprender
un nuevo proyecto: sin ataduras, ni yugos.
Más
allá de cuestiones específicas, está claro que con liderazgos en organizaciones
barriales, sindicales y universitarias, los jóvenes de izquierda nos hemos
conocido en el terreno, en la acción política, haciendo campaña, protestando
contra la Ley Pulpín y combatiendo a la derecha más rancia que ahora vemos
representada en el fujimorismo.
Sin
embargo, hace años que mucho de este trabajo político en conjunto se ha visto
interrumpido por peleas absurdas entre los dirigentes clásicos de los partidos
de izquierda. Parece que ha llegado el momento de poner un alto a esta espiral
en donde los nuevos militantes tienen que cargar con los problemas de siempre.
Es
por ello que la mayoría de jóvenes, cada vez más conscientes, entendemos que
toca dejar de lado aquellas rencillas originadas por dirigentes que llevan casi
50 años en sus puestos y que, hasta el día de hoy, han fracasado en construir
una alternativa real y unitaria de izquierda para este país. Desde el Partido
Socialista o desde los nuevos espacios que estos jóvenes encabecen, toca acabar
con el pensamiento mediocre de que siempre tenemos que estar divididos, como si
ese fuera el orden natural de las cosas para la izquierda.
Pero,
ojo, no se trata de aquella falsa dicotomía: “jóvenes versus viejos”. Se trata
de la única dicotomía que existe: nueva política contra vieja política. Como
decía Salvador Allende: “No hay querella de generaciones: hay jóvenes viejos y
viejos jóvenes…”.
Es
hora de que esta nueva generación y quienes no compartan el viejo estilo de
hacer política se unan para defender las banderas progresistas y que nunca más
se herede una izquierda atomizada o resignada al fracaso. Diversos sectores
vienen reorganizándose y es necesario y urgente la construcción colectiva de un
nuevo proyecto que materialice las nuevas expectativas y que ponga fin a la
división. No será fácil y se presentarán dificultades, pero mientras la
voluntad política exista, los objetivos se cumplirán. Tenemos que
comprometernos a que la división de la izquierda muera ahora y para siempre.
Nos lo debemos a nosotros y a los que vienen. Con toda la fuerza de la
historia, ¡adelante!
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