EL QUE OPINA SIN LEER Y EL QUE EXIGE LIDERAZGO
Y CONVICCIÓN
Por: Rolando
Breña
Un
presidenciable y un presidente, han sido, estos días, claro ejemplo de cómo el
ejercicio de la política no está necesariamente en buenas manos.
El primero,
hablando de lo que no conoce, por confesión propia. El segundo, haciendo un
llamamiento para actuar a la manera que él mismo no puede hacerlo y exigiendo
características de las que no hace gala. Veamos.
UNO.- El siempre sonriente, dicharachero y
flemático PPK, haciendo uso por ahora, de su DNI peruano, usó de su mejor
español-norteamericano para caer rendido ante las presuntas bondades de la ley
recientemente promulgada, que norma el “Nuevo Régimen Laboral para los Jóvenes”
y le dedicó encendido comentario, a tal punto de solicitar desde su nube, o en
ese momento desde las nieves norteamericanas, su prolongación de 24 que plantea
la ley hasta la edad de 30 años. De tal manera que, posiblemente lo pensó, los
jóvenes de hoy empiecen a envejecer dignamente con un permanente
precarísimo empleo, con una propina como remuneración y sin muchos de los
derechos que a todos los trabajadores les corresponden. Pero, como es público,
poco le duró su amor al citado régimen laboral. Lo pusieron de vuelta y media
las airadas y masivas oposiciones juveniles, a los cuales pretende enamorar en
vista de su candidatura el 2016. Y como es más fuerte su amor a los
chicharrones (electorales) que al chancho (perdonen jóvenes), entonces empieza
a variar de opinión. Ensaya primero que sus palabras fueron distorsionadas; que
se encontraba “en medio de la nieve” del crudo invierno estadounidense, y no
entendía bien las preguntas y posiblemente no entendían tampoco sus respuestas.
Pero como nadie le creyó (a veces no somos tan inocentes como nos cree
nuestro avivato pre candidato), tuvo que verse obligado a reconocer que había
opinado sin haber leído la ley y añadió: “que había metido la pata”. Hoy
predica, a quien quiera escucharlo, en español y en inglés, que está en desacuerdo
con ese régimen laboral y es radical partidario de su derogatoria.
Hay que
reconocer que todos tenemos el derecho y el deber de cambiar cuando con
nosotros no están la verdad ni la razón. Si eso es así, en buena hora que le
suceda a nuestro amigo PPK. Pero, ojo, sospechamos que este radical y raudo
cambio, obedece más cercanamente a sus anunciadas perspectivas
eleccionarias que a las razones que impulsan la lucha de los jóvenes.
Dijimos en otra columna, que PPK está en todas, es cunda, tiene calle y tiene
esquina, también sentido del humor, necesita de los jóvenes a quienes en alguna
medida encandiló con la imagen de nuestro milenario roedor. Quizás el cuy ya no
será su fiel aliado a partir de ahora.
Lo más
sorprendente de la mudanza de PPK con todas sus chivas es, a no dudarlo su
“confesión sincera”, que al momento de opinar no había leído la ley. ¿Sobre qué
opinó entonces? ¿Cuántas veces en su larga vida habrá hecho lo mismo? El pez,
aunque sea candidato, por la boca muere. Lo importante: no se puede, no se debe
hacer política sin conocer de lo que se habla. Bueno, en estos tiempos eso es
casi imposible, es como pedir peras al olmo, pero habrá que hacer el esfuerzo.
DOS.- El Presidente de la República y su esposa han
salido también a defender su ley, como se dice en el barrio, “con la pata en
alto”.
Han exigido
que con los problemas de los jóvenes “no se haga politiquería barata”. Sobre
ello, no solo en este tema sino en muchos otros, quien actúa así es el propio
gobierno, véanse sus niveles de aprobación en la opinión pública. Además,
dicho sea de paso, que alguien les explique que no existe “politiquería
barata”, todas las politiquerías son baratas, salvo en lo monetario, quizás.
La demanda de
fondo de la pareja presidencial es que “necesitamos líderes con convicción”,
“que no retrocedan, que demuestren que son hombres de convicción”. Estas
palabras, en relación a que quienes en el Congreso aprobaron la ley abdican de
sus votos y hoy se oponen a ella y hasta plantean suspensión o derogatoria.
El llamado en
sí mismo puede ser correcto. Se necesita siempre liderazgo y convicción en la
arena política. El problema está en quiénes hacen esa invocación y quiénes
fustigan a los que cambian. El Partido Nacionalista ni los inquilinos del
Palacio de Gobierno tienen autoridad para exigir liderazgo; primero tendrán que
demostrar que en ellos sí existe y lo ejerciten en
las diferentes instancias gubernamentales. Precisamente, una de las tantas
carencias del régimen es la falta de liderazgo. El liderazgo no lo da el cargo
o la autoridad que se tiene. Lo da el comportamiento, la actitud, el
conocimiento, la capacidad de diálogo, la comprensión de la realidad, la visión
del país y sus perspectivas, el acoplamiento entre lo que se dice y se hace… Y
eso, por decirlo suavemente, no está presente.
En lo que
respecta a la convicción y a no retroceder, es discutible. Un hombre que tiene
convicción puede retroceder cuando la vida, el tiempo, la historia o la verdad
le indiquen que algunas de sus convicciones no son justas. Eso es perfectamente
respetable. En este caso, el llamado a no retroceder es insulso e
inconsecuente. Cierto es, reiteramos, que algunos han cambiado o retroceden por
conveniencia y oportunismo electoral. Pero es insulso e inconsecuente porque es
el propio partido gobernante, el Presidente de la República y su más cercano
entorno los que predican con el ejemplo.
En efecto,
acaso no cambiaron abandonando primero el “Programa de la Gran Transformación”,
luego la “Hoja de Ruta” y hasta “El Compromiso con el Perú”.
¿Dónde
estuvieron antes de ser gobierno y dónde están ahora? ¿Quiénes fueron sus
amigos y aliados antes y quiénes son ahora? ¿Qué defendieron antes y qué
defienden ahora?
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