martes, 23 de diciembre de 2014

EL QUE OPINA SIN LEER Y EL QUE EXIGE LIDERAZGO
Y CONVICCIÓN

Por: Rolando Breña

Un presidenciable y un presidente, han sido, estos días, claro ejemplo de cómo el ejercicio de la política no está necesariamente en buenas manos.

El primero, hablando de lo que no conoce, por confesión propia. El segundo, haciendo un llamamiento para actuar a la manera que él mismo no puede hacerlo y exigiendo características de las que no hace gala. Veamos.

UNO.- El siempre sonriente, dicharachero y flemático PPK, haciendo uso por ahora, de su DNI peruano, usó de su mejor español-norteamericano para caer rendido ante las presuntas bondades de la ley recientemente promulgada, que norma el “Nuevo Régimen Laboral para los Jóvenes” y le dedicó encendido comentario, a tal punto de solicitar desde su nube, o en ese momento desde las nieves norteamericanas, su prolongación de 24 que plantea la ley hasta la edad de 30 años. De tal manera que, posiblemente lo pensó, los jóvenes de hoy empiecen a envejecer dignamente  con un permanente precarísimo empleo, con una propina como remuneración y sin muchos de los derechos que a todos los trabajadores les corresponden. Pero, como es público, poco le duró su amor al citado régimen laboral. Lo pusieron de vuelta y media las airadas y masivas oposiciones juveniles, a los cuales pretende enamorar en vista de su candidatura el 2016. Y como es más fuerte su amor a los chicharrones (electorales) que al chancho (perdonen jóvenes), entonces empieza a variar de opinión. Ensaya primero que sus palabras fueron distorsionadas; que se encontraba “en medio de la nieve” del crudo invierno estadounidense, y no entendía bien las preguntas y posiblemente no entendían tampoco sus respuestas. Pero como nadie le creyó (a veces no somos tan inocentes como  nos cree nuestro avivato pre candidato), tuvo que verse obligado a reconocer que había opinado sin haber leído la ley y añadió: “que había metido la pata”. Hoy predica, a quien quiera escucharlo, en español y en inglés, que está en desacuerdo con ese régimen laboral y es radical partidario de su derogatoria.

Hay que reconocer que todos tenemos el derecho y el deber de cambiar cuando con nosotros no están la verdad ni la razón. Si eso es así, en buena hora que le suceda a nuestro amigo PPK. Pero, ojo, sospechamos que este radical y raudo cambio, obedece más cercanamente a sus anunciadas perspectivas eleccionarias  que a las razones que impulsan la lucha de los jóvenes. Dijimos en otra columna, que PPK está en todas, es cunda, tiene calle y tiene esquina, también sentido del humor, necesita de los jóvenes a quienes en alguna medida encandiló con la imagen de nuestro milenario roedor. Quizás el cuy ya no será su fiel aliado a partir de ahora.

Lo más sorprendente de la mudanza de PPK con todas sus chivas es, a no dudarlo su “confesión sincera”, que al momento de opinar no había leído la ley. ¿Sobre qué opinó entonces? ¿Cuántas veces en su larga vida habrá hecho lo mismo? El pez, aunque sea candidato, por la boca muere. Lo importante: no se puede, no se debe hacer política sin conocer de lo que se habla. Bueno, en estos tiempos eso es casi imposible, es como pedir peras al olmo, pero habrá que hacer el esfuerzo.

DOS.- El Presidente de la República y su esposa han salido también a defender su ley, como se dice en el barrio, “con la pata en alto”.

Han exigido que con los problemas de los jóvenes “no se haga politiquería barata”. Sobre ello, no solo en este tema sino en muchos otros, quien actúa así es el propio gobierno, véanse sus niveles de aprobación  en la opinión pública. Además, dicho sea de paso, que alguien les explique que no existe “politiquería barata”, todas las politiquerías son baratas, salvo en lo monetario, quizás.

La demanda de fondo de la pareja presidencial es que “necesitamos líderes con convicción”, “que no retrocedan, que demuestren que son hombres de convicción”. Estas palabras, en relación a que quienes en el Congreso aprobaron la ley abdican de sus votos y hoy se oponen a ella y hasta plantean suspensión o derogatoria.

El llamado en sí mismo puede ser correcto. Se necesita siempre liderazgo y convicción en la arena política. El problema está en quiénes hacen esa invocación y quiénes fustigan a los que cambian. El Partido Nacionalista ni los inquilinos del Palacio de Gobierno tienen autoridad para exigir liderazgo; primero tendrán que demostrar que en ellos sí existe y lo ejerciten en las diferentes instancias gubernamentales. Precisamente, una de las tantas carencias del régimen es la falta de liderazgo. El liderazgo no lo da el cargo o la autoridad que se tiene. Lo da el comportamiento, la actitud, el conocimiento, la capacidad de diálogo, la comprensión de la realidad, la visión del país y sus perspectivas, el acoplamiento entre lo que se dice y se hace… Y eso, por decirlo suavemente, no está presente.

En lo que respecta a la convicción y a no retroceder, es discutible. Un hombre que tiene convicción puede retroceder cuando la vida, el tiempo, la historia o la verdad le indiquen que algunas de sus convicciones no son justas. Eso es perfectamente respetable. En este caso, el llamado a no retroceder es insulso e inconsecuente. Cierto es, reiteramos, que algunos han cambiado o retroceden por conveniencia y oportunismo electoral. Pero es insulso e inconsecuente porque es el propio partido gobernante, el Presidente de la República y su más cercano entorno los que predican con el ejemplo.

En efecto, acaso no cambiaron abandonando primero el “Programa de la Gran Transformación”, luego la “Hoja de Ruta” y hasta “El Compromiso con el Perú”.


¿Dónde estuvieron antes de ser gobierno y dónde están ahora? ¿Quiénes fueron sus amigos y aliados antes y  quiénes son ahora? ¿Qué defendieron antes y qué defienden ahora?

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