martes, 24 de febrero de 2015

Chile otra vez
Por: Rolando Breña

Una vez más Chile, diremos mejor el estado chileno, perturba las preocupaciones cotidianas de los peruanos y de todas sus instituciones y ciudadanos. Nos referimos al espionaje, puesto en dominio público por una investigación periodística y del que el gobierno tenía conocimiento de mucho antes.
No entendemos por qué los peruanos tenemos que mostrarnos sorprendidos de las actitudes hostiles del estado y del gobierno chilenos. Tales actitudes siempre fueron una constante en nuestras relaciones y, a nuestro entender, seguirán el mismo camino en el futuro.
Recordamos hace algún tiempo, la certera opinión dada por Alfonso Correa Montesinos (distinguido estudioso, político y defensor de nuestros derechos nacionales) a nuestras relaciones con  Chile. Las llamó “la difícil vecindad”. Efectivamente siempre fue difícil. Lo peculiar es que Chile tiene “una difícil vecindad” con todos sus vecinos fronterizos. Se puede decir que en toda la historia republicana, las relaciones conflictivas, muy graves más de una vez, han ocupado más tiempo que las relaciones de buena vecindad. Para Chile no hay buenos vecinos, todos son rivales y hasta enemigos, se hallan permanentemente a la defensiva, en guardia, temerosos de confrontaciones y por ello es permanente también su traumática obsesión armamentista y el fortalecimiento desmedido de sus Fuerzas Armadas. Hemos recordado varias veces,  que justamente para sostener el nacionalismo chauvinista, Chile nunca ha dejado de abonar ni practicar las prédicas y doctrina de Diego Portales, que, en el fondo, también lo dijimos antes, es afincar en América Latina tesis también agitadas y puestas en práctica con todas sus lamentables consecuencias por Hitler y su nacional socialismo. No son extraños a Chile los alcances guerreristas, expansionistas y hegemonistas del llamado “espacio vital” nazi.
Si la conducta de Chile no nos debe llamar a sorpresa, lo que sí debe preocuparnos es qué hacemos los peruanos, el estado y el gobierno para prevenirnos. No existen políticas para fortalecer nuestro espíritu nacional y patriótico, no hay suficiente educación cívica en nuestros valores y tradiciones históricas, no existe una adecuada comprensión de las relaciones internacionales y lo vital que significan la soberanía, la independencia, la autodeterminación, la intangibilidad territorial, las relaciones de mutuo respeto y mutuo beneficio. Al contrario se han debilitado las esencias nacionalistas y patrióticas con la prédica distorsionante sobre la globalización en contenidos neoliberales de destrucción de las entidades nacionales como forma de facilitar la intromisión y la depredación de los recursos naturales.
Naturalmente, no podemos dejar de trabajar para que nuestras relaciones con los países fronterizos sean siempre mejores, pero ello no implica renuncia a nuestros intereses legítimos y menos engañarnos a nosotros mismos con métodos, políticas o instituciones que buscan más el beneficio particular que los intereses de la patria. No está demás mencionar dos cosas. Los gobiernos y la prensa hacen mucho ruido con las reuniones bilaterales llamadas 2 por 2 ó 4 por 4, como si fueran instrumentos idóneos y efectivos de amistad y buenas relaciones, cuando en realidad son actos puramente burocráticos y protocolares, donde las sonrisas, los buenos deseos, los apretones de manos, las palmaditas, los elogios mutuos, los cócteles y los bocaditos, esconden la procesión que va por dentro y disimulan las verdaderas intenciones. Asimismo la famosa teoría de “cuerdas separadas”, a través de la cual los grandes sectores económicos-financieros-comerciales, buscan seguir manteniendo o acrecentando sus ganancias dejando de lado los intereses del país, incluso debilitando y menospreciando los reclamos del estado peruano frente a otros estados o disimulando las ofensas, el ataque o las provocaciones en aras de su afán de lucro.
Una cuestión que debe llamarnos a grave preocupación, es la formación que se da a los integrantes de nuestra Fuerzas Armadas. Las carencias económicas parecen suficientes para romper el amor a la patria y toda la profesionalidad que los institutos armados pudieron impartir a su personal. Esto podría significar, así se desprende de las declaraciones de los acusados de espionaje, que sería sumamente fácil reclutar espías a favor de estados extranjeros. El gobierno y las Fuerzas Armadas deben tomar este incidente en su importancia vital y producir reformas fundamentales en la formación profesional y espíritu patriótico de los aspirantes a formar parte de nuestros institutos armados.

Se ha deslizado la sospecha que el gobierno utilizaría estos problemas como una cortina de humo para alejar la atención de la prensa y la población de las denuncias e investigaciones de las que son objeto. Esperemos que no sea cierto. Pues de por medio están intereses nacionales para ser objetos de juegos de esta naturaleza.

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