Chile otra vez
Por: Rolando Breña
Una vez más Chile, diremos mejor el estado chileno, perturba las
preocupaciones cotidianas de los peruanos y de todas sus instituciones y
ciudadanos. Nos referimos al espionaje, puesto en dominio público por una
investigación periodística y del que el gobierno tenía conocimiento de mucho
antes.
No entendemos por qué los peruanos tenemos que mostrarnos sorprendidos
de las actitudes hostiles del estado y del gobierno chilenos. Tales actitudes
siempre fueron una constante en nuestras relaciones y, a nuestro entender,
seguirán el mismo camino en el futuro.
Recordamos hace algún tiempo, la certera opinión dada por Alfonso Correa
Montesinos (distinguido estudioso, político y defensor de nuestros derechos
nacionales) a nuestras relaciones con Chile. Las llamó “la difícil
vecindad”. Efectivamente siempre fue difícil. Lo peculiar es que Chile tiene
“una difícil vecindad” con todos sus vecinos fronterizos. Se puede decir que en
toda la historia republicana, las relaciones conflictivas, muy graves más de
una vez, han ocupado más tiempo que las relaciones de buena vecindad. Para
Chile no hay buenos vecinos, todos son rivales y hasta enemigos, se hallan
permanentemente a la defensiva, en guardia, temerosos de confrontaciones y por
ello es permanente también su traumática obsesión armamentista y el
fortalecimiento desmedido de sus Fuerzas Armadas. Hemos recordado varias
veces, que justamente para sostener el nacionalismo chauvinista, Chile
nunca ha dejado de abonar ni practicar las prédicas y doctrina de Diego
Portales, que, en el fondo, también lo dijimos antes, es afincar en América
Latina tesis también agitadas y puestas en práctica con todas sus lamentables
consecuencias por Hitler y su nacional socialismo. No son extraños a Chile los
alcances guerreristas, expansionistas y hegemonistas del llamado “espacio
vital” nazi.
Si la conducta de Chile no nos debe llamar a sorpresa, lo que sí debe
preocuparnos es qué hacemos los peruanos, el estado y el gobierno para
prevenirnos. No existen políticas para fortalecer nuestro espíritu nacional y
patriótico, no hay suficiente educación cívica en nuestros valores y
tradiciones históricas, no existe una adecuada comprensión de las relaciones
internacionales y lo vital que significan la soberanía, la independencia, la
autodeterminación, la intangibilidad territorial, las relaciones de mutuo respeto
y mutuo beneficio. Al contrario se han debilitado las esencias nacionalistas y
patrióticas con la prédica distorsionante sobre la globalización en contenidos
neoliberales de destrucción de las entidades nacionales como forma de facilitar
la intromisión y la depredación de los recursos naturales.
Naturalmente, no podemos dejar de trabajar
para que nuestras relaciones con los países fronterizos sean siempre mejores,
pero ello no implica renuncia a nuestros intereses legítimos y menos engañarnos
a nosotros mismos con métodos, políticas o instituciones que buscan más el
beneficio particular que los intereses de la patria. No está demás mencionar
dos cosas. Los gobiernos y la prensa hacen mucho ruido con las reuniones
bilaterales llamadas 2 por 2 ó 4 por 4, como si fueran instrumentos idóneos y
efectivos de amistad y buenas relaciones, cuando en realidad son actos
puramente burocráticos y protocolares, donde las sonrisas, los buenos deseos,
los apretones de manos, las palmaditas, los elogios mutuos, los cócteles y los
bocaditos, esconden la procesión que va por dentro y disimulan las verdaderas
intenciones. Asimismo la famosa teoría de “cuerdas separadas”, a través de la
cual los grandes sectores económicos-financieros-comerciales, buscan seguir
manteniendo o acrecentando sus ganancias dejando de lado los intereses del
país, incluso debilitando y menospreciando los reclamos del estado peruano
frente a otros estados o disimulando las ofensas, el ataque o las provocaciones
en aras de su afán de lucro.
Una cuestión que debe llamarnos a grave preocupación, es la formación
que se da a los integrantes de nuestra Fuerzas Armadas. Las carencias
económicas parecen suficientes para romper el amor a la patria y toda la
profesionalidad que los institutos armados pudieron impartir a su personal.
Esto podría significar, así se desprende de las declaraciones de los acusados
de espionaje, que sería sumamente fácil reclutar espías a favor de estados
extranjeros. El gobierno y las Fuerzas Armadas deben tomar este incidente en su
importancia vital y producir reformas fundamentales en la formación profesional
y espíritu patriótico de los aspirantes a formar parte de nuestros institutos
armados.
Se ha deslizado la sospecha que el gobierno utilizaría estos problemas
como una cortina de humo para alejar la atención de la prensa y la población de
las denuncias e investigaciones de las que son objeto. Esperemos que no sea
cierto. Pues de por medio están intereses nacionales para ser objetos de juegos
de esta naturaleza.
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