Urresti y Pichanaki
Por: Rolandop Breña
El Ministro del Interior por segunda vez ha pedido perdón. Esta vez al
pueblo de Pichanaki por la masacre y la muerte allí desatada por acción
policial. Ha añadido “me arrepiento de no haber ido”. Posiblemente ese
arrepentimiento no es porque su presencia hubiera evitado el desborde y sus
lamentables consecuencias, sino porque era un escenario más que adecuado para
su teatralidad, y porque, de seguro, hubiérase despachado contra todo y contra
todos que a su entender fueran los culpables, menos el gobierno ciertamente y
mucho menos como ministro del sector. Hubiera sido testigo de primera mano cómo
sus órdenes (escritas, según alega) de no utilización de armas letales eran
echadas al tacho. Habría que certificar de todas maneras si esas órdenes
existen.
Pero lo que puede ser rescatable, es que, abrumado por los hechos no ha
tenido más remedio que reconocer su responsabilidad política en la masacre de
los protestantes y la muerte de un poblador. Lo que todos debíamos esperar es
que quien reconoce responsabilidad tiene que someterse a sus consecuencias
voluntariamente. Y un ministro, tanto más del Interior, que acepta su
responsabilidad política en hechos tan graves, lo primero que tiene que hacer
es presentar su renuncia. No puede ser suficiente pedir perdón y menos
arrepentirse de no haber viajado. Su reconocimiento público debe ser inherente
a la renuncia, sino tal perdón y tal responsabilidad son solo demagogia e
hipocresía y falsedad. Peor aún, cuando admitiendo su culpa, lo primero que
anuncia no es su alejamiento del cargo, sino la denuncia a ocho policías por
delitos contra la vida y desobediencia, por ser presuntamente los autores de
los disparos o de las órdenes para hacerlo. Siempre es igual. Los jerarcas y
altos mandos siempre quedan a buen recaudo y protegidos aunque haya admisión de
culpas. Además, es una falacia que sus cargos estén siempre a disposición del
Presidente de la República. Por encima de ese argumento legal o leguleyada,
está el de la decencia y la dignidad personales para asumir responsabilidades y
consecuencias motu propio y sin presión alguna. De todas maneras, creemos que
mucho más que antes, están suficientemente asfaltadas las vías para la salida
del ministro, no para “oxigenar” el gabinete como gustan decir algunos
opositores, sino porque lo sucedido en Pichanaki es la síntesis del descalabro
gubernamental en los problemas de la seguridad ciudadana.
Si se habla de renuncias por estos sucesos, naturalmente tiene que estar
presente el Ministro de Energía y Minas, Eleodoro Mayorga, cuya cabeza tiene
muchos reclamos, que desvaría hasta la exageración al hablar de Pichanaki, el
gobierno, Pluspetrol, su renuncia, las maquinarias o los contratos. Cada vez
que el señor ministro habla menos se le entiende y parece que ni él mismo
supiera lo que dice o lo que quiere decir. A tal punto está confundido o no
conoce el país, en última entrevista en la televisión, en lugar de referirse a
PICHANAKI, habla siempre de PINACHAKI que, obviamente no existe sino en la
imaginación ministerial.
No podemos dejar de lado ciertas expresiones que ya no llaman la
atención pero que probablemente vuelvan a reiterarse una y otra vez en estos
tiempos de dificultad y reclamos.
El Presidente de la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo, ni siquiera
lamenta las luctuosas consecuencias de heridos y muerte, su gran reclamo ha
sido contra la presencia de “grupos que buscan transgredir los convenios
sociales” sobre los cuales “el gobierno tiene la obligación de hacer respetar
la ley”. Por su parte, comulgando con la misma hostia, el presidente Humala
también ha roto lanzas contra “la presencia de grupos extremistas”, en curiosa
apropiación del lenguaje que acostumbra usar la derecha y el neoliberalismo al
referirse a los conflictos sociales y sus orígenes. Parece que ha sido captado
en todo. En lo económico, lo político, lo social, lo ideológico y, como se ve,
también en el lenguaje.
Igualmente, algunos “expertos” caen en lo mismo. Funcionales al modelo y
defensores de todos sus fueros, afirman, por ejemplo Jaime Antezana, de socorrida
presencia en los canales de televisión, que quienes se movilizan son solo los
invasores, los taladores ilegales, los contrabandistas y los depredadores. Es
realmente interesante. Resulta ahora con esta teoría que el gobierno ha sido
derrotado por los contrabandistas y ante ellos se ha postrado el Ministro de
Energía y con ellos se sentará a dialogar.
Pero como no podía ser de otra manera, Antezana pone a Patria Roja y el
MAS junto a los etnocaceristas como los responsables y agitadores, para regocijo
de Jaime de Althaus que hasta se atreve, con toda su mala leche, a insinuar la
presencia de Ydelso Hernández, dirigente histórico de las Rondas Campesinas de
Cajamarca.
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