sábado, 28 de febrero de 2015

“EN TIEMPO DE GUERRA…”
Por: Rolando Breña

“En tiempos de guerra todo hueco es trinchera”. Es una frase muy antigua y muy conocida que gráfica lo desesperado de una situación y la búsqueda, también desesperada de alguna salida a como dé lugar, aferrarse a cualquier posibilidad por pequeña o poco probable que pueda aparecer. El problema es encontrar una salvación, o, por lo menos, la posibilidad de encontrarla. También es apelar a todo aquello que en tiempos más o menos normales no se nos hubiera ocurrido. Algo así ocurre ahora en las filas del gobierno y del Partido Nacionalista. Están viviendo momentos no solo de desconcierto sino de franca desesperación. Se acumulan los problemas de conducción gubernamental, se agravan los problemas económicos, se acrecientan los conflictos y las confrontaciones sociales, sus intentos vahídos de “diálogo” naufragan desde sus comienzos, se volatiliza su bloque parlamentario, el Partido se halla en acelerado proceso de descomposición y de crisis; las denuncias y las investigaciones sobre irregularidades económicas y financieras en los aportes a la campaña electoral se multiplican, llegando hasta las principales autoridades del gobierno, del partido y de los familiares; las sombras de Martin Belaunde Lossio se ciernen amenazadoras…
Aquí es cuando se hace indispensable un hueco para convertirlo en trinchera, un madero cualquiera aunque fuere agujereado al cual aferrarse y escapar del naufragio. En otras palabras, cercano el proceso electoral del 2016, es imperativo al nacionalismo librarse de una catástrofe anunciada y conservar, o lograr por lo menos una aceptable bancada parlamentaria que puede jugar el papel de escudero y defensor en las investigaciones, denuncias o procesos judiciales que probablemente lo rodeen por los cuatro costados.
Quizá no les falten candidatos al Congreso. Siempre hay gente para todo, leales u oportunistas, pescadores a rio revuelto o quienes busquen su propia inmunidad con la elección. Pero necesitan una locomotora para jalar a los coches. Queremos decir, requieren de un candidato presidencial que pueda conquistar electorado suficiente para lograr que un contingente nacionalista llegue al Congreso. Precisamente aquí está el otro problema, no tienen líderes propios para ello, se alejaron o fueron defenestrados y los que quedan no tienen ningún perfil ni presencia suficientes. La Presidenta del Consejo de Ministros Ana Jara, que aparentemente podría ser una figura presidenciable, queda maltrecha con su ingrato paso por el premierato.
Se explica por eso el inmenso entusiasmo que algunas voces secundarias del nacionalismo han mostrado con la decisión del ex Ministro del Interior de entrar a las arenas políticas solicitando su ingreso a las filas nacionalistas. Sin embargo una cosa son los entusiasmos a priori de las medianías del Partido y otra es la mirada preocupada, dubitativa, i reticente de las cúpulas. Necesitan de hueco, de un madero, pero desconfían, se atemorizan, se sienten presionadas, recelosas, celosas y sobrepasadas.
Una de las cosas originales de esta tragi-comedia es que Daniel Urresti ya se ofreció públicamente a representar el papel de salvador, o mejor dicho, se ha convencido a sí mismo que el destino le tenía reservado ese protagonismo y muy gentilmente (es un decir) se ofrece al nacionalismo para ayudarlo a sacar las castañas del fuego. Más todavía, actuando como el favorecido de las divinidades electorales y seguro de sus propias fuerzas y las fuerzas de lo ignoto, se atreve a lanzar retos definitivos. A afirmado que “impedirá” el triunfo de Keiko Fujimori y Alan García. Como puede verse, se vende como el único cruzado puesto en el camino nacionalista para resolver los entuertos que invaden sus agitados predios y procurarle los bálsamos para curar sus heridas.

No esperaremos mucho para que las nieblas se vayan disipando y nos den una mayor claridad, sobre las formas, los medios, los candidatos y conductas que el nacionalismo habrá de manejar hasta las venideras elecciones. No siempre se termina con los candidatos ideales o los que se desearan, la realidad, los problemas, las necesidades, la desesperación obligan aceptar lo que esté a la mano, Y con un personaje tan voluntarioso, dispuesto y calzado permanentemente con botas de campaña, en continuo zafarrancho de combarte, presto a pisar o atropellar lo que sea necesario con razón o sin ella, quizá no haya mucho que escoger.

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