miércoles, 11 de febrero de 2015

Las resacas del diálogo
Por: Rolando Breña

“Confieso que he vivido”, escribió Pablo Neruda, diremos nosotros “confesamos que nos hemos equivocado”. La frase viene a cuento porque en nuestra columna de ayer, al despedirnos, afirmamos que no debíamos ser tan mezquinos con el diálogo en Palacio de Gobierno, pues pensábamos que el Presidente había recogido por lo menos dos sugerencias: la desactivación de la DINI y el reajuste del salario mínimo vital. Pecamos otra vez de inocencia política o fuimos verdaderos caídos del palto. Porque, de acuerdo a lo que ya se conoce, el gobierno traía bajo la manga ambas proposiciones para contentar las ínfulas críticas de algunos asistentes y dar argumentos con aparente dosis de credibilidad al diálogo del lunes.
Recordemos que Ollanta Humala dijo que recogía la proposición de Nadine Heredia que como presidenta del PNP, sugería la desactivación de la DINI, es decir todo estaba fríamente calculado y nos quisieron agarrar de cholitos. Algunos todavía saltan en un pie como si hubieran conquistado un gol de media cancha. Lamentablemente para el oficialismo y ciertos opositores, ya empiezan los problemas. Del saque, nadie sabe a ciencia cierta qué sucederá con la DINI. Han circulado diversas palabras que encierran conceptos distintos y de distinto alcance: liquidación, disolución, reorganización, reestructuración. Las dos primeras expresiones no pueden significar sino desaparecerla y crear otra, las dos últimas solo quieren decir introducción de reformas. Parece que ni siquiera los sugerentes saben qué hacer y eso es aún más peligroso que la pretensión de liquidar o reformar, pues significa que el aparato de inteligencia se les ha escapado de las manos o que lo utilizaron tan torpemente que hoy no tienen idea de cómo recoger sus excrecencias sin quedar más impregnados por sus olores e infecciones.
Como cualquier decisión sobre la DINI tiene que pasar obligatoriamente por el Congreso, el diálogo sirve para comprometer a que la oposición acompañe al oficialismo con la píldora edulcorante que el gobierno es receptivo.
De manera semejante ocurre con el SMV. Casi en estado febril declararon algunos el “compromiso” del gobierno para tratarlo. En realidad no hubo promesa alguna. Humala dijo  que podía ser “revisado” el segundo semestre del presente año, agregó “siempre con mucho realismo”. Quiere decir que todavía dormirá plácidamente algunos meses esperando el realismo presidencial. Suponemos que esta declaración será tomada muy en cuenta en la movilización que los trabajadores anuncian para estos días.
Quizá lo que con más claridad demuestra los fiascos de este diálogo, que ninguno de los asistentes pudo justificar adecuadamente a pesar de sus esfuerzos, es lo referente a la renovación del Gabinete Ministerial o por lo menos el cambio de algunos ministros. Recordemos que Ana Jara está al borde de la censura y que ministros como Figallo, Urresti, Mayorga, Otárola, Omonte, entre otros, son objeto de ácidas críticas y las iras congresistas exigen su renuncia inmediata. Precisamente los asistentes al diálogo se mostraron enérgicos y hasta definitivos momentos previos a la cita y declararon a quien quiera oírlos  que era cuestión que debía quedar resuelta. Pero la realidad nos da cuenta “que una cosa es con guitarra y otra cosa es con cajón”, es decir, son casi tigres en las afueras de  Palacio y casi corderillos en sus grandes y solemnes salones. A tal punto que la Presidenta del Consejo de Ministros interrogada a la salida del cónclave respondió con misterio parecido a las respuestas del Oráculo de Delfos: “El Presidente lo meditará”. Tendremos entonces un Presidente meditabundo hasta que se le haga la luz y pueda haber nuevo Gabinete o nuevos ministros. Podríamos decir que los opositores y asistentes al diálogo fueron a clavar banderillas que terminaron por clavarse en sus propios lomos, que fueron por lana y salieron trasquilados, que fueron con estentórea voz y volvieron con débiles gorgoritos, que fueron paseados. Y todavía Ana Jara los despide con una perentoria admonición de hermana mayor: “No mezclar lo jurídico con lo político”, que francamente no sabemos qué quiere decir.

Por su parte, PPK en Radioprogramas exigió al diálogo “conciencia que necesitamos un cambio de rumbo”, y cuando se le pidió precisiones dijo que cambio de rumbo era: “bajar el ruido político, juntarnos todos y llegar al 2016”. Concordarán con nosotros que es inútil calificar esa barbaridad sin un grueso adjetivo. Más tarde, haciendo el balance del diálogo opinó: “se ha conversado de manera constructiva”, luego un poco más retraído y menos convencido: “para el próximo diálogo sí debe haber una agenda”. Su confesión nos releva de mayores comentarios. Los entusiasmos de los asistentes a la fiesta del diálogo empiezan a sentir los sinsabores, los temblores y el malestar de la resaca.

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