Las resacas del diálogo
Por: Rolando Breña
“Confieso que he vivido”, escribió Pablo Neruda, diremos nosotros
“confesamos que nos hemos equivocado”. La frase viene a cuento porque en
nuestra columna de ayer, al despedirnos, afirmamos que no debíamos ser tan
mezquinos con el diálogo en Palacio de Gobierno, pues pensábamos que el
Presidente había recogido por lo menos dos sugerencias: la desactivación de la
DINI y el reajuste del salario mínimo vital. Pecamos otra vez de inocencia
política o fuimos verdaderos caídos del palto. Porque, de acuerdo a lo que ya
se conoce, el gobierno traía bajo la manga ambas proposiciones para contentar
las ínfulas críticas de algunos asistentes y dar argumentos con aparente dosis
de credibilidad al diálogo del lunes.
Recordemos que Ollanta Humala dijo que recogía la proposición de Nadine
Heredia que como presidenta del PNP, sugería la desactivación de la DINI, es
decir todo estaba fríamente calculado y nos quisieron agarrar de cholitos.
Algunos todavía saltan en un pie como si hubieran conquistado un gol de media
cancha. Lamentablemente para el oficialismo y ciertos opositores, ya empiezan
los problemas. Del saque, nadie sabe a ciencia cierta qué sucederá con la DINI.
Han circulado diversas palabras que encierran conceptos distintos y de distinto
alcance: liquidación, disolución, reorganización, reestructuración. Las dos
primeras expresiones no pueden significar sino desaparecerla y crear otra, las
dos últimas solo quieren decir introducción de reformas. Parece que ni siquiera
los sugerentes saben qué hacer y eso es aún más peligroso que la pretensión de
liquidar o reformar, pues significa que el aparato de inteligencia se les ha
escapado de las manos o que lo utilizaron tan torpemente que hoy no tienen idea
de cómo recoger sus excrecencias sin quedar más impregnados por sus olores e
infecciones.
Como cualquier decisión sobre la DINI tiene que pasar obligatoriamente
por el Congreso, el diálogo sirve para comprometer a que la oposición acompañe
al oficialismo con la píldora edulcorante que el gobierno es receptivo.
De manera semejante ocurre con el SMV. Casi en estado febril declararon
algunos el “compromiso” del gobierno para tratarlo. En realidad no hubo promesa
alguna. Humala dijo que podía ser “revisado” el segundo semestre del
presente año, agregó “siempre con mucho realismo”. Quiere decir que todavía
dormirá plácidamente algunos meses esperando el realismo presidencial.
Suponemos que esta declaración será tomada muy en cuenta en la movilización que
los trabajadores anuncian para estos días.
Quizá lo que con más claridad demuestra los fiascos de este diálogo, que
ninguno de los asistentes pudo justificar adecuadamente a pesar de sus
esfuerzos, es lo referente a la renovación del Gabinete Ministerial o por lo
menos el cambio de algunos ministros. Recordemos que Ana Jara está al borde de
la censura y que ministros como Figallo, Urresti, Mayorga, Otárola, Omonte,
entre otros, son objeto de ácidas críticas y las iras congresistas exigen su
renuncia inmediata. Precisamente los asistentes al diálogo se mostraron
enérgicos y hasta definitivos momentos previos a la cita y declararon a quien
quiera oírlos que era cuestión que debía quedar resuelta. Pero la
realidad nos da cuenta “que una cosa es con guitarra y otra cosa es con cajón”,
es decir, son casi tigres en las afueras de Palacio y casi corderillos en
sus grandes y solemnes salones. A tal punto que la Presidenta del Consejo de
Ministros interrogada a la salida del cónclave respondió con misterio parecido
a las respuestas del Oráculo de Delfos: “El Presidente lo meditará”. Tendremos
entonces un Presidente meditabundo hasta que se le haga la luz y pueda haber
nuevo Gabinete o nuevos ministros. Podríamos decir que los opositores y
asistentes al diálogo fueron a clavar banderillas que terminaron por clavarse
en sus propios lomos, que fueron por lana y salieron trasquilados, que fueron
con estentórea voz y volvieron con débiles gorgoritos, que fueron paseados. Y
todavía Ana Jara los despide con una perentoria admonición de hermana mayor:
“No mezclar lo jurídico con lo político”, que francamente no sabemos qué quiere
decir.
Por su parte, PPK en Radioprogramas exigió al diálogo “conciencia que
necesitamos un cambio de rumbo”, y cuando se le pidió precisiones dijo que
cambio de rumbo era: “bajar el ruido político, juntarnos todos y llegar al
2016”. Concordarán con nosotros que es inútil calificar esa barbaridad sin un
grueso adjetivo. Más tarde, haciendo el balance del diálogo opinó: “se ha
conversado de manera constructiva”, luego un poco más retraído y menos
convencido: “para el próximo diálogo sí debe haber una agenda”. Su confesión
nos releva de mayores comentarios. Los entusiasmos de los asistentes a la
fiesta del diálogo empiezan a sentir los sinsabores, los temblores y el
malestar de la resaca.
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