sábado, 7 de enero de 2017

César Guzmán: ¿Les comió la lengua el gato?
A nuestra izquierda el tema de Odebrecht les salpica y muy fuerte...


Por César Guzmán
El escándalo de Odebrecht a nivel internacional ha gol­peado en nuestro país con singular fuerza y recién es­tamos avistando la punta de un ice­berg que apunta a convertirse en el caso de corrupción más grande de los últimos 20 años.
Ante este mar de fundadas evi­dencias de coimas en los más altos estratos de la administración pú­blica, la izquierda ha guardado una actitud que llama la atención: se ha quedado calladita y evita todo pro­nunciamiento del tema.
¿Dónde están las marchas de in­dignados, la “sociedad civil organiza­da” que ellos se arrogan de represen­tar, las lavadoras de banderas y los de bracitos cruzados, los “activistas” que se encadenan o desnudan en plazas públicas, IDL, Mónica Sánchez, Jason Day, Gustavo Bueno y demás “paladi­nes de la moralidad”? Se esfumaron.
Por otro lado, la prensa cómpli­ce de esta izquierda y blogueritos aguerridos cuya única razón de exis­tencia es su patológico odio al fuji­morismo han optado por una actitud más alucinada y no menos obsce­na. O decir que Odebrecht también operó en los 90 con más fuerza (una suerte de “nosotros robamos me­nos”), o hacer ejercicios comparati­vos bobos sobre quién fue peor, el fujimorismo u Odebrecht (la colum­na de Fernando Vivas en el decano de la prensa pasará a la historia por tan inútil digresión). Pero de los des­tapes actuales, ni una palabra.
Y los políticos de izquierda Veró­nika Mendoza, Marisa Glave, Indi­ra Huillca o Marco Arana, enfrasca­dos en descalificar a todo aquel que sea designado para investigar el caso Lava Jato y sus tentáculos. Por no ha­blar de Susy Villarán, inubicable y bien guarnecida en algún lugar del planeta.
La explicación es obvia: a nuestra izquierda el tema de Odebrecht les salpica y muy fuerte. Los que histó­ricamente se han autoproclamados como practicantes de una política inmaculada y honesta están a punto de verse expuestos en su verdadera dimensión. Y esa presunta legitimi­dad para juzgar a los demás parece que muy pronto se hará trizas.

A propósito, ¿alguien se acuerda de la arena que “donó” Odebrecht a Villarán para maquillar una re­modelación de La Herradura que duró un día?

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