sábado, 14 de enero de 2017

Las privatizaciones corruptas y nocivas

OMAR Cavero Cornejo
En pocos días, las protestas contra el peaje en Puente Piedra han sacado al fresco la verdadera cara de quienes se imponen en el país y la forma en que logran sus intereses. Destacan tres cosas. Las tres juntas, entremezcladas.
Primero. El peaje no solo viola el derecho constitucional al libre tránsito de los vecinos del norte de Lima y refleja una concepción privatista nociva, donde se hace negocios por encima de los derechos ciudadanos; sino que, también, ha sacado a la luz las prácticas delincuenciales de gigantes como Odebrecht, que logran sus intereses mediante densas redes de operadores y políticos, como el alcalde Castañeda, que no tuvo ningún problema en modificar el contrato para permitir que la empresa comience a cobrar antes de culminar las obras. Y Odebrecht es solo un exponente más de la corrupción a gran escala que ha hecho que el sector privado capture nuestro Estado y saquee nuestro país. Las redes son mucho más grandes y corrosivas.
Segundo. Vemos cómo la Policía Nacional del Perú ha tenido una respuesta desmesurada contra las protestas populares. Ha sido tal el descaro de su abuso de autoridad, que incluso frente a cámaras han detenido gente sin mayor motivo, gente que, como en el caso de Lía Valderrama, solo estaban dando su opinión a la prensa. Podría tratarse de cualquiera de nosotros.
Todos pudimos ver cómo la policía no se contentó con dispersar a los manifestantes, sino que los persiguió hasta sus casas, lanzando gases lacrimógenos dentro de las viviendas. Hay más de 50 detenidos y se pide para ellos, por pura presión del ministro, prisión preventiva por tres meses, como si se tratara de personas de alta peligrosidad. ¿Esa es la policía que defiende a la gente? Basombrío debe ser destituido de inmediato. No podemos admitir que la PNP siga actuando como fuerza de ocupación y todo quede en la acostumbrada impunidad.
Tercero. Completan el desfile de la podredumbre del poder, los medios de comunicación. Pieza clave en el esquema actual de dominación social. A pesar de existir información que demuestra que Castañeda ha estado favoreciendo a la empresa y que su acusación a Villarán no es más que una inaceptable "lavada de manos", la mayoría de canales y periódicos guarda silencio. El gasto de la Municipalidad de Lima en publicidad es grande y los medios son un negocio (que también se nutre de la gran empresa). Hemos visto, además, cómo han cubierto las protestas en Puente Piedra con un sesgo facistoide: los que protestan son revoltosos, la policía debe imponer el orden, la prioridad es que el peaje esté intacto (y no la gente, herida por perdigones), solo importa la integridad de los policías.
Empresariado mafioso y Estado capturado. Policía abusiva al servicio de los poderosos e ineficiente con la delincuencia. Medios de comunicación con línea editorial fascista.
Nuestra democracia echa agua por todos lados. O estás con los dueños del Perú, o te pasan por encima. ¿Hasta cuándo? Nada nos debe hacer pensar en que el abuso y la prepotencia cederán de pronto. La desaceleración económica y el copamiento público de la derecha política pueden agravar el escenario. Somos los ciudadanos los que debemos recuperar nuestro país, nuestra ciudad, nuestro Estado.

Ojalá que esta coyuntura haga que en Lima despertemos por fin del letargo que nos ha hecho ser la ciudad más conservadora de América Latina; ojalá que haga comprender a varios compañeros de izquierda que ser de izquierda supone estar del lado del pueblo y que estas coyunturas son determinantes.

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