Las privatizaciones
corruptas y nocivas
OMAR Cavero
Cornejo
En pocos
días, las protestas contra el peaje en Puente Piedra han sacado al fresco la
verdadera cara de quienes se imponen en el país y la forma en que logran sus
intereses. Destacan tres cosas. Las tres juntas, entremezcladas.
Primero. El peaje no solo viola
el derecho constitucional al libre tránsito de los vecinos del norte de Lima y
refleja una concepción privatista nociva, donde se hace negocios por encima de
los derechos ciudadanos; sino que, también, ha sacado a la luz las prácticas
delincuenciales de gigantes como Odebrecht, que logran sus intereses mediante
densas redes de operadores y políticos, como el alcalde Castañeda, que no tuvo
ningún problema en modificar el contrato para permitir que la empresa comience
a cobrar antes de culminar las obras. Y Odebrecht es solo un exponente más de
la corrupción a gran escala que ha hecho que el sector privado capture nuestro
Estado y saquee nuestro país. Las redes son mucho más grandes y corrosivas.
Segundo. Vemos cómo la Policía
Nacional del Perú ha tenido una respuesta desmesurada contra las protestas
populares. Ha sido tal el descaro de su abuso de autoridad, que incluso frente
a cámaras han detenido gente sin mayor motivo, gente que, como en el caso de
Lía Valderrama, solo estaban dando su opinión a la prensa. Podría tratarse de
cualquiera de nosotros.
Todos pudimos ver cómo la policía
no se contentó con dispersar a los manifestantes, sino que los persiguió hasta
sus casas, lanzando gases lacrimógenos dentro de las viviendas. Hay más de 50
detenidos y se pide para ellos, por pura presión del ministro, prisión
preventiva por tres meses, como si se tratara de personas de alta peligrosidad.
¿Esa es la policía que defiende a la gente? Basombrío debe ser destituido de
inmediato. No podemos admitir que la PNP siga actuando como fuerza de ocupación
y todo quede en la acostumbrada impunidad.
Tercero. Completan el desfile de
la podredumbre del poder, los medios de comunicación. Pieza clave en el esquema
actual de dominación social. A pesar de existir información que demuestra que
Castañeda ha estado favoreciendo a la empresa y que su acusación a Villarán no
es más que una inaceptable "lavada de manos", la mayoría de canales y
periódicos guarda silencio. El gasto de la Municipalidad de Lima en publicidad
es grande y los medios son un negocio (que también se nutre de la gran
empresa). Hemos visto, además, cómo han cubierto las protestas en Puente Piedra
con un sesgo facistoide: los que protestan son revoltosos, la policía debe
imponer el orden, la prioridad es que el peaje esté intacto (y no la gente,
herida por perdigones), solo importa la integridad de los policías.
Empresariado mafioso y Estado
capturado. Policía abusiva al servicio de los poderosos e ineficiente con la
delincuencia. Medios de comunicación con línea editorial fascista.
Nuestra democracia echa agua por
todos lados. O estás con los dueños del Perú, o te pasan por encima. ¿Hasta
cuándo? Nada nos debe hacer pensar en que el abuso y la prepotencia cederán de
pronto. La desaceleración económica y el copamiento público de la derecha
política pueden agravar el escenario. Somos los ciudadanos los que debemos
recuperar nuestro país, nuestra ciudad, nuestro Estado.
Ojalá que esta coyuntura haga que
en Lima despertemos por fin del letargo que nos ha hecho ser la ciudad más
conservadora de América Latina; ojalá que haga comprender a varios compañeros
de izquierda que ser de izquierda supone estar del lado del pueblo y que estas
coyunturas son determinantes.
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