miércoles, 11 de marzo de 2015

EL ASUNTO DE LA NO REELECCIÓN
Por: Rolando Breña

El Congreso de la República acaba de aprobar una reforma constitucional que prohíbe la reelección en los gobiernos regionales y locales, con una fanfarria y presencia mediáticas que parece que se hubiera producido una revolución o la medida significara algo realmente trascendente en la vida nacional, como parte de un paquete de reformas en la que aparecen el financiamiento público de los partidos, sanciones al “transfuguismo político” con la denominada “silla vacía”, el voto preferencial, entre otras.
No está mal que nuestros Congresistas empiecen a ocuparse de algunos problemas que reclaman urgente legislación. Pero sería mejor que fueran más importantes y más urgentes. Por ejemplo, la descentralización, los problemas del agro, las políticas de inversión y el medio ambiente, la diversificación productiva e industrial, una adecuada reforma tributaria, reformulación de la Ley de Consulta Previa con la participación democrática y determinante de las comunidades nativas, la corrupción, la omnipresencia de un mercado dictatorial y prepotente, etc.
Los argumentos centrales que se hallan a la base de esta reforma, tienen que ver con la lucha contra la corrupción, según sus portaestandartes.
El gobierno y el Congreso desbordados por la corrupción, no atinan a encontrar los medios para combatirla. No existe capacidad para formular políticas nacionales, los organismos correspondientes prácticamente son inexistentes y, lo que es más grave, no hay voluntad política para enfrentarla, tanto más que el propio partido gobernante y sus más altos funcionarios públicos son objeto de investigación y procesos judiciales. Esta incapacidad, la falta de voluntad política y sus enredos son los que los empujan a encontrar pretendidos remedios infalibles a cualquier costo y de cualquier manera. Es evidente que recorre el país un profundo descontento por manejos poco transparentes en algunos gobiernos regionales y locales; de allí a pensar que prohibiendo la reelección se da un golpe casi final a la corrupción, es por lo menos, una ilusión; o, probablemente, un acto demagógico que busca contentar en parte a la ciudadanía, desviar la atención pública sobre otros problemas o simplemente son palos de ciego a ver si encuentran bulto.
Es simplismo equiparar necesariamente reelección con corrupción. Ella puede presentarse desde el primer día de la toma de mando o no presentarse nunca hasta el final de la función pública. La corrupción y los corruptos no esperan la reelección para hacer su aparición y su eliminación no acarrea automáticamente su desaparición como nos pretenden convencer.
La no reelección es una lesión al derecho ciudadano a elegir al que crea conveniente y al derecho de los partidos de volver a postular militantes que han demostrado capacidad, inteligencia honestidad, eficacia en la gestión pública, privándolos de seguir fogueando sus cuadros para responsabilidades mayores, y a la comunidad de  gobernantes exitosos. Significa también el rompimiento de la cadena de acumulación de experiencias en el manejo público, por lo tanto la imposibilidad de realizar evaluaciones suficientemente serias y en plazos prudentes. Lo sucedido en los últimos tiempos debería ser aleccionador. Hemos sufrido avalanchas de improvisación, de mediocridad, de incompetencia, de irresponsabilidad, que sí son caldo de cultivo para malos manejos, corrupción, caos y desorden.
Si la no reelección fuera el antídoto contra la corrupción, los países, particularmente las llamadas democracias occidentales lo hubieran prohibido. Ella vive robusta, por ejemplo en USA, Francia, España, Alemania, Brasil. No hay reelección Presidencial en México, pero obedece, como sabemos, a un momento particular de su historia, que es la lucha contra el “porfiriato” (la larga y corrupta dictadura de Porfirio Díaz), liderada por Francisco Madero y su Partido Antireeleccionista con su famoso lema: “Sufragio efectivo, no reelección”.
No se crea que estamos planteando una reelección indefinida, podría ser suficiente una reelección inmediata. Además, se supone que la democracia tiene suficientes fortalezas institucionales así como medios e instrumentos no ya para impedir la corrupción, sino para prevenirla, combatirla, sancionarla. Lo que sucede es que nuestra democracia nunca se construyó como tal, siempre fue presa de instituciones, partidos, gobiernos y élites mediocres, altamente susceptibles a la corrupción, ávidos de poder más que la búsqueda del bienestar colectivo.

La pregunta fluye por sí sola. Si tanto les preocupa la corrupción, si creen que la reelección es su causa casi única, entonces debieron empezar por casa; es decir, lo primero que debieron hacer es prohibir la reelección congresal. Pero claro, la cosa no es con ellos, aunque innúmeros casos ruedan por entre sus predios.

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