La DINI de hoy
Por: Rolando Breña
En notas anteriores, afirmamos que el premierato de Ana Jara sería de
mecha corta y preñada de avatares difíciles de remontar. Y así es, a no
dudarlo. Estos días pueden ser testigos de su censura, o por lo menos de un
susto de padre y señor mío que, auguramos, acortará dramáticamente su
permanencia.
El escándalo del espionaje interno de la DINI contra centenares de miles
de ciudadanos peruanos, es un hecho que compromete al gobierno en términos
incontestables y como, lamentablemente, el Presidente de la República no puede
ser objeto de responsabilidad por ahora, es la Premier y su Gabinete quienes
tienen que responder políticamente y deberían presentar su renuncia inmediata.
No puede ser verdad que Ollanta Humala y Ana Jara puedan ignorar las
acciones de la DINI. Está subordinada directamente a la Presidencia del Consejo
de Ministros y despacha diariamente con el Presidente de la República para
ponerlo al corriente de sus análisis, informaciones, previsiones,
recomendaciones, que lo ayuden a tomar las decisiones políticas pertinentes.
¿Cómo entonces aceptar la tesis ingenua que el nacionalismo nos quiere vender a
precio devaluado, que en la posibilidad de que sea cierta la denuncia del
espionaje, el ejecutivo en pleno, era ignorante de los manejos de la DINI? Eso
significaría que nuestros servicios de inteligencia actúan al margen del estado
y del gobierno o que escondan sus actividades al Jefe de la Nación y a su
Primera Ministra. Si tal tesis fuera verdadera, la conclusión es simple: la
destitución de, procesamiento y prisión de toda la plana mayor de la DINI por
delitos que lindan con traición a la patria; la inmediata renuncia de la
Presidenta del Consejo de Ministros por incapacidad manifiesta para ejercer su
cargo; vacancia de la Presidencia de la República por incapacidad moral, pues n
es posible admitir que los servicios de inteligencia actúen por encima de las
autoridades legítimamente elegidas para gobernar, escondan información, es
decir establezcan un estado dentro del estado y el Presidente de la República y
la Premier no sepan nada. Pero, obviamente, nada de eso habrá de suceder,
algunos de los funcionarios de la DINI cambiarán de trabajo, otros se irán a
sus casas y otros más seguirán en lo mismo.
Pero que nada sepan, reiteramos, es un absurdo. Es absurdo porque el
presidente es quien nombra a los jefes de la DINI y por lo mismo son personas
de su entera confianza, que actuaran sin su consentimiento es por demás
improbable.
Las otras justificaciones son infantilmente pueriles. Que las
informaciones acopiadas sean de dominio público significa que despilfarran
lastimosamente los dineros del estado. Es bizarro que estas instituciones dejen
a la deriva funciones elementales de seguridad nacional y de seguridad interna
para jugar inocentemente con los secretos, negocios o intimidades de nuestros
despreocupados y desprevenidos ciudadanos.
Que nos digan que posiblemente era para mejor proteger a los peruanos es
una tomadura de pelo. Lo más cercano sería lo contrario, utilizar tales datos
para presionar, chantajear o extorsionar a ciudadanos de cuya vida y milagros
era poseedores.
Refugiándose en el cinismo, nos cuentan que gobiernos anteriores
hicieron igual, con lo que nos quieren decir que no debemos sorprendernos,
sentirnos incómodos o preocupados, que es un hecho normal y cotidiano que el
honorable personal de la DINI conozca nuestras vidas mejor que nosotros mismos.
Naturalmente, la oposición parlamentaria aprovecha estas circunstancias,
no necesariamente por los operativos de la DINI, sino porque ahora tocaron sus
puertas y se fueron hasta el dormitorio, seguros estamos, que si sus nombre no
hubieran aparecido en los expedientes ni siquiera se habrían dado por
enterados, ni su indignación ni su sed de sangre escalarían hasta las cumbres.
Una cuestión que merece ser subrayada, es cómo los herederos de la
dictadura fuji-montesinista puedan rasgarse las vestiduras, elevar su voz hasta
los decibeles más insoportables y mostrar iras casi bíblicas, cuando fue
precisamente la pareja siamesa Fujimori-Montesinos la que hizo que los
servicios de inteligencia fueran instrumentos venales para promover, realizar y
proteger sus fechorías políticas, represivas y gansteriles que, a nuestro
pesar, aún sobreviven incluso con robusta salud,
pretendiendo llegar nuevamente a la administración del estado el 2016. Lo que
ahora es la DINI tiene que ver en grandísima parte con esos tiempos nefastos,
cuyo epicentro del 5 de abril de 1992 tenemos que conservar en nuestra memoria
colectiva para que nunca más vuelvan a presentarse.
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