lunes, 30 de marzo de 2015


La DINI de hoy
Por: Rolando Breña

En notas anteriores, afirmamos que el premierato de Ana Jara sería de mecha corta y preñada de avatares difíciles de remontar. Y así es, a no dudarlo. Estos días pueden ser testigos de su censura, o por lo menos de un susto de padre y señor mío que, auguramos, acortará dramáticamente su permanencia.
El escándalo del espionaje interno de la DINI contra centenares de miles de ciudadanos peruanos, es un hecho que compromete al gobierno en términos incontestables y como, lamentablemente, el Presidente de la República no puede ser objeto de responsabilidad por ahora, es la Premier y su Gabinete quienes tienen que responder políticamente y deberían presentar su renuncia inmediata.
No puede ser verdad que Ollanta Humala y Ana Jara puedan ignorar las acciones de la DINI. Está subordinada directamente a la Presidencia del Consejo de Ministros y despacha diariamente con el Presidente de la República para ponerlo al corriente de sus análisis, informaciones, previsiones, recomendaciones, que lo ayuden a tomar las decisiones políticas pertinentes. ¿Cómo entonces aceptar la tesis ingenua que el nacionalismo nos quiere vender a precio devaluado, que en la posibilidad de que sea cierta la denuncia del espionaje, el ejecutivo en pleno, era ignorante de los manejos de la DINI? Eso significaría que nuestros servicios de inteligencia actúan al margen del estado y del gobierno o que escondan sus actividades al Jefe de la Nación y a su Primera Ministra. Si tal tesis fuera verdadera, la conclusión es simple: la destitución de, procesamiento y prisión de toda la plana mayor de la DINI por delitos que lindan con traición a la patria; la inmediata renuncia de la Presidenta del Consejo de Ministros por incapacidad manifiesta para ejercer su cargo; vacancia de la Presidencia de la República por incapacidad moral, pues n es posible admitir que los servicios de inteligencia actúen por encima de las autoridades legítimamente elegidas para gobernar, escondan información, es decir establezcan un estado dentro del estado y el Presidente de la República y la Premier no sepan nada. Pero, obviamente, nada de eso habrá de suceder, algunos de los funcionarios de la DINI cambiarán de trabajo, otros se irán a sus casas y otros más seguirán en lo mismo.
Pero que nada sepan, reiteramos, es un absurdo. Es absurdo porque el presidente es quien nombra a los jefes de la DINI y por lo mismo son personas de su entera confianza, que actuaran sin su consentimiento es por demás improbable.
Las otras justificaciones son infantilmente pueriles. Que las informaciones acopiadas sean de dominio público significa que despilfarran lastimosamente los dineros del estado. Es bizarro que estas instituciones dejen a la deriva funciones elementales de seguridad nacional y de seguridad interna para jugar inocentemente con los secretos, negocios o intimidades de nuestros despreocupados y desprevenidos ciudadanos.
Que nos digan que posiblemente era para mejor proteger a los peruanos es una tomadura de pelo. Lo más cercano sería lo contrario, utilizar tales datos para presionar, chantajear o extorsionar a ciudadanos de cuya vida y milagros era poseedores.
Refugiándose en el cinismo, nos cuentan que gobiernos anteriores hicieron igual, con lo que nos quieren decir que no debemos sorprendernos, sentirnos incómodos o preocupados, que es un hecho normal y cotidiano que el honorable personal de la DINI conozca nuestras vidas mejor que nosotros mismos.
Naturalmente, la oposición parlamentaria aprovecha estas circunstancias, no necesariamente por los operativos de la DINI, sino porque ahora tocaron sus puertas y se fueron hasta el dormitorio, seguros estamos, que si sus nombre no hubieran aparecido en los expedientes ni siquiera se habrían dado por enterados, ni su indignación ni su sed de sangre escalarían hasta las cumbres.

Una cuestión que merece ser subrayada, es cómo los herederos de la dictadura fuji-montesinista puedan rasgarse las vestiduras, elevar su voz hasta los decibeles más insoportables y mostrar iras casi bíblicas, cuando fue precisamente la pareja siamesa Fujimori-Montesinos la que hizo que los servicios de inteligencia fueran instrumentos venales para promover, realizar y proteger sus fechorías políticas, represivas y gansteriles que, a nuestro pesar, aún sobreviven incluso con robusta salud, pretendiendo llegar nuevamente a la administración del estado el 2016. Lo que ahora es la DINI tiene que ver en grandísima parte con esos tiempos nefastos, cuyo epicentro del 5 de abril de 1992 tenemos que conservar en nuestra memoria colectiva para que nunca más vuelvan a presentarse.

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