De “aparatos inteligentes”
Por: Rolando Breña
Hace algunos años, no muchos, ciertos alcaldes y funcionarios
municipales, así como periodistas y afines, nos sometieron prácticamente a un
verdadero bombardeo, presentándonos “los semáforos inteligentes”, que serían lo
más moderno y efectivo para mejorar radicalmente el endemoniado (aunque no
sabemos porque aludimos al demonio cuando algo se torna complicado) tránsito
vehicular limeño.
Hasta hoy realmente nadie sabe exactamente qué es un “semáforo
inteligente”. Igual cambia de color como cualquier otro, que suponemos será
algo así como “semáforo bruto”; se daña igual y más a menudo. Lo único que
hemos observado es que algunos tienen numeración que nadie respeta, pues los
policías de tránsito los ven cambiar de color inútilmente autorizando parar en
verde o continuar en rojo y los numeritos llegan a veces hasta 100 o 1000 sin
que se enteren o no quieren enterarse; algunos han añadido unas figuritas
humanas en verde que tampoco sirven para pasar si a los policías no les parece
bien, y ya a muchos se les puede ver sin cabeza, sin brazos o sin piernas.
Luego nos vinieron con lo de los “patrulleros inteligentes” que
francamente no sabemos tampoco en qué consisten. Algunos pensamos que podrían
reemplazar a los policías en sus labores de vigilancia e intervención callejera,
discernir faltas o imponer papeletas, dialogar con los conductores, llamarnos
al orden o, circular sin chofer y hasta repararse a sí mismos.
A nuestro entender no se trata de buscar “aparatos inteligentes” sean
vehículos, semáforos u otros, para resolver los problemas de la comunidad.
Ellos, por muy sofisticados o eficaces que sean, siempre serán elementos
accesorios. Lo fundamental es el ser humano. Si se habla de inteligencia, es la
nuestra la que debe ser reconocida, educada, promovida, orientada,
ejercida y puesta al mando de la tecnología, los aparatos o la sofisticación
técnica.
Lamentablemente el neoliberalismo a ultranza, olvida que el centro de
todo desarrollo y de solución a cualquier problema es el ser humano. Dejar en
manos de la “inteligencia de los aparatos” los problemas humanos y su solución,
es renunciar a nuestro yo individual y colectivo y dejar que nos manejen estos
artificios y quienes nos embaucan con estas concepciones.
En este proceso electoral municipal, un candidato promete hacer de Lima
“una ciudad inteligente”. Este candidato inteligente, estamos seguros que lo
es, ¿sabe realmente lo que significa “cuidad inteligente”? Nosotros no y
estamos deseosos de enterarnos, de aprender.
Una ciudad inteligente ¿conocerá, analizara y resolverá ella sola
nuestros problemas? ¿Hará que nadie arroje basura o ensucie, que se respete las
señales y las prohibiciones de tránsito, velara por la seguridad; planificara
su desarrollo, fijara los presupuestos, gestionara los proyectos y los ejecutara?
Si esto es así, a la larga, ¿para qué servirán los futuros alcaldes, concejales
o técnicos? Quizá nuestro candidato a burgomaestre de Lima piense que “una
ciudad inteligente” es cuando se usan sofisticados instrumentos y medios
tecnológicos. Tal vez.
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