Descomposición Social (cuarta parte)
Por: Rolando Breña
Los elementos y variables a
los cuales hemos hecho diferencia, significan la quiebra de toda
institucionalidad, de todo orden, de toda seguridad; embarca a la población, lo
dijimos ya, en permanente zozobra, en permanente espera catastrófica y en
permanente estado de guardia. Es una especie de obligado y angustioso insomnio
ciudadano, que aguarda y ya sin aguardar, la seguridad y la protección que el
estado tiene la obligación de brindarle. El “Sálvese quien pueda” se
complementa con el “defiéndase como pueda”. Y surge toda una alucinante
parafernalia de instrumentos y aparatos de seguridad; empresas especializadas
formadas por ex policías, ex miembros del Servicio de Inteligencia, ex
escuadrones de aniquilamiento o terrorismo, ex convictos, desempleados… Y quien
puede, circula con chalecos antibalas, vehículos blindados y lunas oscurecidas,
con séquitos de guardaespaldas armados hasta los dientes; quien puede convierte
su casa en un fortín. Y cunden también, lógicamente, el tráfico y la tenencia
ilegal de armas, desde las más simples hasta las más sofisticadas.
Al ciudadano común y corriente
solo le queda encomendarse a Dios y a todos los santos, o a la buena suerte,
para abrir los ojos al día siguiente (si ha podido dormir) y constatar que
todavía está sobreviviendo.
La seguridad y el orden se
convierten en problemas esenciales en la vida de las personas y las
colectividades, y en el reclamo mayor para ser encarados y resueltos. Ante la
incapacidad de respuesta del Estado, surgen formas y organizaciones creadas por
el pueblo que han demostrado efectividad, como las Rondas Campesinas (de las
que nos ocuparemos en otro momento), las rondas urbanas o los comités
vecinales, etc. Pero ciertamente son insuficientes y tienen por otro lado, el
celo, la oposición y el sabotaje de los organismos oficiales y el encono de la
prensa neoliberal. También se fomenta cada vez más peligrosamente, el tomar la
justicia por propia mano y ya son comunes los linchamientos, que terminan más
de una vez con la muerte de los presuntos delincuentes y la cárcel para los
justicieros.
Podríamos decir que vamos
entusiastamente en camino al caos, a la mayor disgregación y desarticulación
social. Las voces de seguridad, orden y autoridad, comienzan a tomar forma casi
decisiva en el pensamiento de la comunidad; cada vez más proclive, no solo a
exigirla, sino a aceptarla de dónde o como venga. Ya que la democracia no se
los puede garantizar, entonces las gentes irán donde quienes sí se los pueden
dar, importando poco si proceden de voces u organizaciones de corte democrático
o neoliberal, o procedan de los autoritarismos o las dictaduras. Así como se
acuñó con tolerancia y complicidad la frase “No importa que robe pero que
trabaje” puede acuñarse otra aun más peligrosa: “No importa que haya dictadura
si me garantiza seguridad y orden”.
Es decir, nuestra “viabilidad”
democrática de la cual se habla tanto al lado del crecimiento económico, puede
procrear su propia inviabilidad y asfaltar la vía autoritaria.
Dicho sea de paso, el
neoliberalismo no se haría ascos a ningún proceso autoritario o dictatorial. Su
sueño dorado es la existencia de “paz social”, “paz laboral”, “no ruido
político”, un terreno libre conflictos. Si un gobierno autoritario o
dictatorial se los garantiza, aunque ponga rejas a todo el país y entre
rejas a las oposiciones no neoliberales o anti neoliberales, aplaudirán hasta
tener ampollas o callos en las palmas de las manos o en las rodillas,
experiencia larga hay en la vida política del Perú.
Desde hoy se van trazando
caminos autoritarios. Toda una gama legislativa en todos los terrenos:
económico, bancario, educativo, medio ambiental; laboral, sindical y
profesional; descentralización, político y electoral, mediático, etc.
subrepticiamente nos van encaminando sin que apenas podamos cerciorarnos.
(continuara)
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