miércoles, 20 de agosto de 2014

Descomposición Social (cuarta parte)
Por: Rolando Breña


Los elementos y variables a los cuales hemos hecho diferencia, significan la quiebra de toda institucionalidad, de todo orden, de toda seguridad; embarca a la población, lo dijimos ya, en permanente zozobra, en permanente espera catastrófica y en permanente estado de guardia. Es una especie de obligado y angustioso insomnio ciudadano, que aguarda y ya sin aguardar, la seguridad y la protección que el estado tiene la obligación de brindarle. El “Sálvese quien pueda” se complementa con el “defiéndase como pueda”. Y surge toda una alucinante parafernalia de instrumentos y aparatos de seguridad; empresas especializadas formadas por ex policías, ex miembros del Servicio de Inteligencia, ex escuadrones de aniquilamiento o terrorismo, ex convictos, desempleados… Y quien puede, circula con chalecos antibalas, vehículos blindados y lunas oscurecidas, con séquitos de guardaespaldas armados hasta los dientes; quien puede convierte su casa en un fortín. Y cunden también, lógicamente, el tráfico y la tenencia ilegal de armas, desde las más simples hasta las más sofisticadas.
Al ciudadano común y corriente solo le queda encomendarse a Dios y a todos los santos, o a la buena suerte, para abrir los ojos al día siguiente (si ha podido dormir) y constatar que todavía está sobreviviendo.
La seguridad y el orden se convierten en problemas esenciales en la vida de las personas y las colectividades, y en el reclamo mayor para ser encarados y resueltos. Ante la incapacidad de respuesta del Estado, surgen formas y organizaciones creadas por el pueblo que han demostrado efectividad, como las Rondas Campesinas (de las que nos ocuparemos en otro momento), las rondas urbanas o los comités vecinales, etc. Pero ciertamente son insuficientes y tienen por otro lado, el celo, la oposición y el sabotaje de los organismos oficiales y el encono de la prensa neoliberal. También se fomenta cada vez más peligrosamente, el tomar la justicia por propia mano y ya son comunes los linchamientos, que terminan más de una vez con la muerte de los presuntos delincuentes y la cárcel para los justicieros.
Podríamos decir que vamos entusiastamente en camino al caos, a la mayor disgregación y desarticulación social. Las voces de seguridad, orden y autoridad, comienzan a tomar forma casi decisiva en el pensamiento de la comunidad; cada vez más proclive, no solo a exigirla, sino a aceptarla de dónde o como venga. Ya que la democracia no se los puede garantizar, entonces las gentes irán donde quienes sí se los pueden dar, importando poco si proceden de voces u organizaciones de corte democrático o neoliberal, o procedan de los autoritarismos o las dictaduras. Así como se acuñó con tolerancia y complicidad la frase “No importa que robe pero que trabaje” puede acuñarse otra aun más peligrosa: “No importa que haya dictadura si me garantiza seguridad y orden”.
Es decir, nuestra “viabilidad” democrática de la cual se habla tanto al lado del crecimiento económico, puede procrear su propia inviabilidad y asfaltar la vía autoritaria.
Dicho sea de paso, el neoliberalismo no se haría ascos a ningún proceso autoritario o dictatorial. Su sueño dorado es la existencia de  “paz social”, “paz laboral”, “no ruido político”, un terreno libre conflictos. Si un gobierno autoritario o dictatorial se los garantiza, aunque ponga rejas a todo el país  y entre rejas a las oposiciones no neoliberales o anti neoliberales, aplaudirán hasta tener ampollas o callos en las palmas de las manos o en las rodillas, experiencia larga hay  en la vida política del Perú.

Desde hoy se van trazando caminos autoritarios. Toda una gama legislativa en todos los terrenos: económico, bancario, educativo, medio ambiental; laboral, sindical y profesional; descentralización, político y electoral, mediático, etc. subrepticiamente nos van encaminando sin que apenas podamos cerciorarnos. (continuara)  

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