viernes, 8 de agosto de 2014

“OTROS OPERATIVOS”
 Rolando Breña.


“Como decíamos ayer”, es la famosa frase de don Fray Luis de León, el ilustre poeta salmantino cuando, luego de una injusta prisión, volvió a las aulas universitarias y a sus habituales clases.
No es nuestra intención, amable elector, escribir sobre el autor de estos versos:
“Qué descansada vida, del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”. No. solo “como decíamos ayer “ algunas cosas sobre la maltrecha “Operación Perseo”, nos vinieron al recuerdo otros “operativos” que pasan bajo nuestros ojos, a los que no damos más importancia que el hecho de enterarnos por alguna nota periodística, por los escándalos que producen, las pequeñas batallas callejeras, las golpizas y detenciones, las protestas de los vecinos, alguna que otra coima, rostros que no desean aparecer en fotografías o las cámaras de televisión; al final, patrulleros y camiones llenos y llenas también algunas comisarías. Alguna vez un “informe especial” en algún medio de comunicación.
Nos referimos, en este caso, a los “operativos” contra la prostitución callejera y clandestina, que de cuando en cuando provocan ajetreos policiales, periodísticos, reclamos de vecinos y transeúntes, prédicas y reflexiones morales.
La prostitución es vista como una de las conductas humanas más deplorables y condenables.  Y las personas que la ejercen son generalmente repudiadas, aisladas, evitadas.
No es nuestra intensión defender la prostitución que se ha convertido ya en una lucrativa industria que recorre todas las escalas sociales. Se encuentra entre los más pobres, olvidados y marginados; hasta entre los más encumbrados en el poder y en el dinero. Desde los míseros hoteles y hostales, hasta los lujosos cinco estrellas y más. Desde playas desiertas y peligrosas, hasta las exclusivas con guardianes uniformados y amables que esperan generosa propina. Se ejerce en cualquier lugar: cocheras, pasillos, vehículos, parques y plazas, estadios, al paso…
No nos referiremos a los que han construidos imperios y fortunas con la explotación de seres humanos, haciendo que en las calles, jóvenes, maduras y hasta ancianas exhiban sus cuerpos como mercancía vil. Ni a los que los protegen y toleran.
Tampoco nos sumaremos a las voces beatas, que mientras lanzan diatribas y condenas cínicas e hipócritas, aplauden crímenes, delitos, abusos, racismo y discriminación.
Nuestro propósito es más modesto. Llamar la atención sobre los contenidos sociales, económicos, éticos y criminales de este flagelo que crece monstruoso e indetenible; ya sea acicateado por las carencias de sectores sociales tradicionalmente empobrecidos u organizados y planificado conscientemente por mafias reclutadoras y esclavizantes.
En el Perú la prostitución también se combate por “operativos”, es decir, la violenta represión de las prostitutas, que, horas después volverán a los lugares habituales.
Alguna vez, un candidato a la Alcaldía de Lima, hoy arrepentido, propuso la creación de una “Zona Rosa”, para albergar legalmente la prostitución clandestina. Recordamos los sermones, discursos, rogativas, etc, de los moralistas de siempre, encabezados por el cardenal, y el asunto quedo sepultado.
En esta nota solamente deseábamos referir una pequeña historia personal. En una de mis tantas carcelería fui recluido en una de las celdas de Radio Patrulla (Av. 28 de julio). La celda era prácticamente una refrigeradora, pues tenía rejas superiores abiertas por donde penetraban, el frio, el viento y la humedad de un severo invierno limeño. Hacia la tarde, producto de un “operativo” el patio se llenó de decenas de prostitutas de las calles y las plazas del distrito vitoriano, con sus gritos, protestas, llantos, ruegos. Cuando la noche hizo arreciar el frio y ellas advirtieron mi solitaria presencia casi aterida y hambrienta en la celda, con su inmensa solidaridad de prostitutas y desafiando a los policías, me alcanzaron algunos plátanos y pan francés, así como varios periódicos para que con ellos me abrigara las espaldas y los pies. No las volví a ver. Algunas horas después salieron en libertad, siempre con un vocerío taladrante y haciendo adiós con las manos

Este hecho, de tanto tiempo atrás siempre está fresco en mi memoria. Reforzó mi convicción que los seres humanos caídos o hechos caer en la desgracia y hasta en el fango, guardan sentimientos de nobleza y solidaridad que hay que procurar rescatar. Y esos panes, esos plátanos y esos periódicos de las prostitutas, me abrigan y me alimentan hasta hoy. Y alimentan también las esperanzas de una sociedad mejor y más justa para todos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario