DESCOMPOSICIÓN SOCIAL (Quinta parte)
Por: Rolando Breña
Probablemente pueda pensarse
que los puntos de vista planteados, pecan de pesimismo y hasta de
catastrofismo. Pero siempre es mejor que los análisis sean severos, pues nos
exigirán explorar más seriamente, en plazos perentorios y con la
suficiente responsabilidad, caminos y mecanismos que nos lleven a superar los
problemas que nos envuelven hasta hoy. Análisis condescendientes con la
gravedad de las cosas, nos podrían conducir a buscar, como hasta hoy, tan solo
paliativos o respuestas parciales o distorsionadas, que no asirán nunca los
orígenes reales, sus consecuencias y correctivos.
En nuestro país, toda medida
obligatoriamente asume caracteres de radicalidad si pretendemos salir de
nuestras insatisfacciones.
Y si de radicalidad se trata,
lo más radical ahora es el cuestionamiento del modelo neoliberal extremista que
se aplica en el país hace más de dos décadas y viene en proceso de
profundización y consolidación, con las medidas del gobierno de Humala desde el
día siguiente de la toma de mando.
El modelo extractivista y
primario exportador, basado en los recursos mineros y la dictadura primitiva de
la economía de libre comercio, necesita un cambio de patrón. Esta apreciación
es incluso generalizada en organismos internacionales capitalistas y
principales exponentes teóricos. Su edad de oro está prácticamente agotada y su
aplicación no ha sido capaz de generar desarrollo ni cerrar o disminuir las
brechas económicas ni sociales. En el mundo occidental y capitalista ya se está
de vuelta de las esencias teóricas neoliberales, mientras en el Perú nuestras
clases hegemónicas persisten en ellas aplicando las políticas ortodoxas que no
dieran resultado en otras latitudes.
Siendo consecuentes con las
entregas anteriores, todo esto supone la remodelación o la construcción de una
nueva institucionalidad política, la recuperación del Estado en su capacidad de
promotor del desarrollo y la regulación social del mercado, así como el
establecimiento de nuevas formas de democracia que renueven y profundicen las
limitaciones y distorsiones de la democracia formal que vivimos, que ni
siquiera es manifiestamente liberal.
Necesitamos encontrar un nuevo
camino que rompa los casi 200 años de búsqueda y fracasos. Que redescubra el
país con sus posibilidades y riquezas, que vuelva la mirada hacia sus
laboriosos habitantes y su bienestar como centro de toda acción.
En este camino, el obstáculo
principal es la hegemonía del pensamiento y las políticas neoliberales
ortodoxas. No es, reiteramos solo el cuestionamiento de comunistas o izquierdistas,
es ya un cuestionamiento general que viene también desde los propios centros
capitalistas del mundo.
En el Perú, este
cuestionamiento no puede limitarse a las políticas existentes. Tiene que
dirigirse a sus bases fundamentales. Nos referimos entre otras cosas, a la
necesidad de dotar al país toda una nueva Constitución del Estado, como marco
indispensable, ideológico y jurídico de un nuevo Estado, de una Nueva
República; de una nueva forma de entender la economía, el mercado, las
inversiones, el trabajo, los derechos y las libertades, la preservación del
medio ambiente, la inserción en el mundo global…
La constitución fujimorista
(que Alberto Bórea llama papelote) no solo entronizó legalmente el
neoliberalismo, sino, como bien saben todos, fue impuesta por el fraude.
Es penoso constatar que muchos
con los que recorrimos el país en cruzada contra la imposición constitucional
fujimorista de 1993, hoy no solo se olvidaron de ese cercano pasado, han
terminado por abdicar y sumarse como defensores y sostenedores. Recordamos
también a los que hasta hace poco pugnaban por el retorno a la Constitución de
1979 y hoy arriaron banderas. Cómo no tener presente la juramentación de
Ollanta Humala a nombre de esa Constitución al momento de tomar el mando
presidencial. Fue un juramento falaz y demagógico, que levantó fallidas
esperanzas en sectores políticos y del pueblo; concitó temor, escándalo y
protestas de los neoliberales, el tiempo y el propio Humala se encargaron de
demostrar que eran infundados.
Una Nueva Constitución que no
sea el resultado de cónclave de minorías o representantes en cenáculos
cerrados. Si se habla de “contrato social”, ese contrato no es con un grupo de
ciudadanos, aun sean los mejores, es contrato con todos los peruanos, pues allí
se ponen en juego su vida y su futuro, la sociedad que quieren construir y las
formas de vivirla en pleno ejercicio de sus derechos, libertades, deberes y
obligaciones, como parte de la humanidad y compartiendo con ella la naturaleza
y la creación humana.
Deberán existir mecanismos y
canales para que en todo el proceso constituyente la sociedad, a través de sus
organizaciones legítimas (trabajadores, empresarios, comunidades campesinas y
originarias, universidades, colegios profesionales, iglesias, poderes e instituciones
públicas, etc.) Puedan expresarse, conocer sus contenidos y plantear puntos de
vista en forma democrática. Esto es, que la sociedad entera, que es la
depositaria del poder democrático, construya su Constitución como consenso o
como mayoría absoluta. Así será expresión real de las mayorías, recogerá lo que
el país requiera, se hará más durable, más respetada y acatada.
(continuaremos)
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