martes, 19 de agosto de 2014

DESCOMPOSICIÓN SOCIAL (Tercera parte)
Por: Rolando Breña


Nuestros puntos de vista, vertidos en las dos columnas precedentes, lamentablemente, se ven corroborados por los eventos que nos trae el proceso electoral. A la compra y venta de partidos, cupos, candidatos y programas se suma la impresionante cantidad de candidatos sentenciados por delitos que van desde los más “suaves” contra el patrimonio hasta las más horribles de violación contra menores de edad; pasando, cómo no, por todas las formas del tráfico de drogas. Es algo así como un intento de asalto de todas las miserias del submundo de nuestra “Corte de los Milagros” contra los Gobiernos Regionales y Locales. ¡Lo que nos espera cuando hayan elecciones parlamentarias!. Prácticamente, no hay partido que pueda exclamar “Ampay me salvo”.
En medio de esta descomposición social surge la voz del salvador del mesías neoliberal peruano y que con su no tan potente voz nos dice que el Perú “Entrará en el exclusivo club de los países más ricos del mundo” en muy pocos años. ¡Y nos critican a quienes seguimos creyendo en el socialismo, de soñadores, ilusos, utopistas!
Pero nuestro ilustrísimo anunciante, que nos es otro que el Ministro de Economía y Finanzas; lo que quiere es vendernos cebo de culebra para nuestros males. Tal vez algo así como el “Bálsamo de Fierabrás” de Don Quijote de la Mancha que solo curaba a los caballeros más no a los escuderos. Y en este caso su entrada a ese privilegiado club de los más ricos, será para los más ricos, es decir los caballeros, mas no para el pueblo, es decir los escuderos.
El crecimiento es bueno, quién lo duda; si hay desarrollo y real diversificación industrial sostenible, mejor; si hay inclusión social democrática y defensora de la identidad cultural, mucho mejor. Pero de existir esto o, por lo menos, la voluntad, naufragará irremisiblemente, se “romperá la cara” contra la realidad, en este contexto de institucionalidad débil, en crisis, antidemocrática, deslegitimada y corrupta; hegemonizada por el individualismo, la moralidad, el pragmatismo y el utilitarismo neoliberales.
Ningún crecimiento, desarrollo o inclusión encontrará terreno fértil en un proceso de descomposición social. Se requieren transformaciones o reformas estructurales profundas y de largo plazo; no solo económicas, políticas o sociales, sino, y principalmente, las de orden ético y moral.
Ningún crecimiento  por espectacular que sea es suficiente para garantizar desarrollo e inclusión, menos para encontrar respuestas validas a la violencia, la criminalidad y la seguridad; mucho menos para la democracia, la equidad o la justicia social. No es éste un pensamiento únicamente nuestro, se abre paso desde los mismos interiores de los centros internacionales de los asedores de las políticas neoliberales. El odiado estado vuelve a mostrarse a contra corriente de los deseos o las prédicas casi esquizofrénicas de sus enemigos. Como una broma pesada, como imposición de la vida o como recurso de sobrevivencia poco ético, los mismos que no lo quieren acuden a él en pos de ayuda y salvación.
 Lo que vivimos ahora, su proceso y sus consecuencias han cabalgado siempre sobre una sociedad históricamente escindida, desintegrada; con infinidad de traumas económicas, políticas, culturales y educativas, sociales, raciales, con permanente exclusión y centralismo y un estado ajeno al país y sus problemas.
Si no logramos entender la amplitud y la profundidad de nuestros problemas, caeremos en la vana ilusión que basta un buen crecimiento basado en materias primas y algunas políticas inclusivas, para generar desarrollo, con bienestar y equidad.
Nuestro talón de Aquiles es precisamente no ver las cosas a largo plazo. Todos pretendemos resolver las dificultades que tenemos al frente, sin reparar en sus orígenes ni sus alcances. En observar casi al detalle lo que se muestra objetivamente a nuestros ojos de manera inmediata sin detenernos a hurgar un poco para entenderlas mejor y resolverlas mejor. Nuestros programas y planes no pasan, a lo sumo, de un periodo de gobierno. Se ubican exclusivamente en las variables económicas y productivas, en los números y en la estadística. Ignoramos los problemas morales y éticos, los valores y los sentimientos humanos, que deberían tener un rol preponderante y deben constituirse en el punto de partida y en el punto de llegada de todo crecimiento, de todo desarrollo, de toda inclusión. (Continuaremos)  

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