DESCOMPOSICIÓN SOCIAL (Tercera parte)
Por: Rolando Breña
Nuestros puntos de vista,
vertidos en las dos columnas precedentes, lamentablemente, se ven corroborados
por los eventos que nos trae el proceso electoral. A la compra y venta de
partidos, cupos, candidatos y programas se suma la impresionante cantidad de
candidatos sentenciados por delitos que van desde los más “suaves” contra el
patrimonio hasta las más horribles de violación contra menores de edad;
pasando, cómo no, por todas las formas del tráfico de drogas. Es algo así como
un intento de asalto de todas las miserias del submundo de nuestra “Corte de
los Milagros” contra los Gobiernos Regionales y Locales. ¡Lo que nos espera
cuando hayan elecciones parlamentarias!. Prácticamente, no hay partido que
pueda exclamar “Ampay me salvo”.
En medio de esta
descomposición social surge la voz del salvador del mesías neoliberal peruano y
que con su no tan potente voz nos dice que el Perú “Entrará en el exclusivo
club de los países más ricos del mundo” en muy pocos años. ¡Y nos critican a
quienes seguimos creyendo en el socialismo, de soñadores, ilusos, utopistas!
Pero nuestro ilustrísimo anunciante,
que nos es otro que el Ministro de Economía y Finanzas; lo que quiere es
vendernos cebo de culebra para nuestros males. Tal vez algo así como el
“Bálsamo de Fierabrás” de Don Quijote de la Mancha que solo curaba a los
caballeros más no a los escuderos. Y en este caso su entrada a ese privilegiado
club de los más ricos, será para los más ricos, es decir los caballeros, mas no
para el pueblo, es decir los escuderos.
El crecimiento es bueno, quién
lo duda; si hay desarrollo y real diversificación industrial sostenible, mejor;
si hay inclusión social democrática y defensora de la identidad cultural, mucho
mejor. Pero de existir esto o, por lo menos, la voluntad, naufragará
irremisiblemente, se “romperá la cara” contra la realidad, en este contexto de
institucionalidad débil, en crisis, antidemocrática, deslegitimada y corrupta;
hegemonizada por el individualismo, la moralidad, el pragmatismo y el
utilitarismo neoliberales.
Ningún crecimiento, desarrollo
o inclusión encontrará terreno fértil en un proceso de descomposición social.
Se requieren transformaciones o reformas estructurales profundas y de largo
plazo; no solo económicas, políticas o sociales, sino, y principalmente, las de
orden ético y moral.
Ningún crecimiento por
espectacular que sea es suficiente para garantizar desarrollo e inclusión,
menos para encontrar respuestas validas a la violencia, la criminalidad y la
seguridad; mucho menos para la democracia, la equidad o la justicia social. No
es éste un pensamiento únicamente nuestro, se abre paso desde los mismos
interiores de los centros internacionales de los asedores de las políticas
neoliberales. El odiado estado vuelve a mostrarse a contra corriente de los
deseos o las prédicas casi esquizofrénicas de sus enemigos. Como una broma
pesada, como imposición de la vida o como recurso de sobrevivencia poco ético,
los mismos que no lo quieren acuden a él en pos de ayuda y salvación.
Lo que vivimos ahora, su
proceso y sus consecuencias han cabalgado siempre sobre una sociedad
históricamente escindida, desintegrada; con infinidad de traumas económicas,
políticas, culturales y educativas, sociales, raciales, con permanente
exclusión y centralismo y un estado ajeno al país y sus problemas.
Si no logramos entender la
amplitud y la profundidad de nuestros problemas, caeremos en la vana ilusión
que basta un buen crecimiento basado en materias primas y algunas políticas
inclusivas, para generar desarrollo, con bienestar y equidad.
Nuestro talón de Aquiles es
precisamente no ver las cosas a largo plazo. Todos pretendemos resolver las
dificultades que tenemos al frente, sin reparar en sus orígenes ni sus
alcances. En observar casi al detalle lo que se muestra objetivamente a
nuestros ojos de manera inmediata sin detenernos a hurgar un poco para
entenderlas mejor y resolverlas mejor. Nuestros programas y planes no pasan, a
lo sumo, de un periodo de gobierno. Se ubican exclusivamente en las variables
económicas y productivas, en los números y en la estadística. Ignoramos los
problemas morales y éticos, los valores y los sentimientos humanos, que
deberían tener un rol preponderante y deben constituirse en el punto de partida
y en el punto de llegada de todo crecimiento, de todo desarrollo, de toda
inclusión. (Continuaremos)
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